La vida personal y religiosa del Papa Francisco, fallecido este lunes 21 de abril a los 88 años, estuvo profundamente marcada por la presencia y la influencia de mujeres que con su fortaleza y sabiduría lo guiaron en su crecimiento espiritual y humano.
Regina María Sívori, su madre, fue uno de los pilares fundamentales en la educación de Jorge Mario Bergoglio. “Nacida en Buenos Aires, pero de origen italiano, Regina era una mujer de carácter firme, profundamente católica y protectora. De ella heredó su devoción mariana y su capacidad de escucha. Regina fue quien, tras una grave neumonía en su juventud, lo cuidó durante meses y alentó su recuperación, marcándolo profundamente”, reseña el diario El Confidencial.
En tanto, Francisco describe a su madre como “una mujer franca y sincera. Una mujer práctica que siempre tuvo la ambición de que su familia progresara, también socialmente, sobre todo mediante la cultura y los estudios”.
Según narra el Papa en su autobiografía Esperanza (Plaza & Janés, 2025), Regina María Sívori “nos hizo estudiar piano a todos sus hijos. Era una mujer ambiciosa, que a veces sufría por las estrecheces económicas que nuestra vida inevitablemente imponía. Sin embargo, nosotros, sus hijos, éramos felices y no echábamos de menos nada”.
A Francisco lo enseñó a rezar su abuela
El libro Como Jesús nos enseñó. La oración de los peregrinos de la esperanza (Ediciones San Pablo, 2024), que recoge las reflexiones, algunas inéditas, del Papa Francisco sobre la oración, relata la importancia de su abuela paterna en su vida religiosa y personal.
“Aprendí a rezar de mi abuela Rosa. Mi abuela es la que me enseñó a rezar y también me dio la devoción a San José. Luego, los padres espirituales que tuve, tanto en el seminario como en la Compañía, me ayudaron a seguir adelante en la experiencia de la oración”.
Rosa Marguerita Vasallo le narraba a Francisco anécdotas cuya finalidad era advertirle sobre los peligros de la mentira y al mismo tiempo, enseñarlo a asumir las consecuencias de sus actos.
En Dilexit Nos, su cuarta encíclica, Francisco narró que para el carnaval, “cuando éramos niños, la abuela nos hacía galletas, y era una masa muy liviana, liviana, era liviana esa masa que hacía. Luego la ponía en el aceite y la masa se inflaba, se inflaba, y cuando la comíamos estaba hueca.
Esas galletas en el dialecto se llamaban ‘mentiras’. Y era precisamente la abuela quien nos explicaba la razón de ello: ‘estas galletas son como las mentiras, parecen grandes, pero no tienen nada dentro, no hay nada verdadero allí; no hay nada de sustancia”.
La escritora Lucia Capuzzi también desvela en su libro Rosa de los dos mundos. La historia de la abuela del Papa Francisco (Palabra, 2015), el vasto aprendizaje que la abuela dejó en el corazón de su nieto Jorge Mario. “Una profunda huella que hace comprender la delicadeza con la que el Papa Francisco habla de la importancia de los más mayores en la dinámica afectiva de las familias”.
“O tú o nadie”: los enamoramientos de Francisco
Durante la infancia, muchos años antes de convertirse en el líder religioso más importante del planeta, Jorge Mario Bergoglio fue un argentino que “siendo un niño, tuvo un enamoramiento por una chiquilla de Flores, una historia entrañable que había olvidado y que alguien me recordó al poco de ser elegido papa”, narró en Esperanza.
Era una compañera de colegio de primaria, Amalia Damonte. “Le escribí una carta en la que le decía que quería casarme con ella, o tú o nadie, y para ilustrar la proposición dibujé la casita blanca que compraría para ella y en la que un día iríamos a vivir, un dibujo que, aunque parezca increíble, aquella niña guardó toda la vida.
Vivía en una casa de la calle Membrillar, a pocos metros de distancia de la nuestra, y su familia también era de origen piamontés. Pero, a pesar de nuestras raíces comunes, al parecer su madre tenía otros planes para ella, porque, cuando me veía en las inmediaciones, me echaba de allí agitando la escoba”.
Ya en la juventud, Francisco tuvo una novia llamada Amalia Damonte; sin embargo, la historia de amor terminó porque los padres de la muchacha se opusieron firmemente a la relación. Ante la negativa, Jorge Bergoglio, le juró a la chica: “si no me casaba contigo, me hacía cura”, una advertencia que él mismo reveló en una entrevista.
Sin duda, no solamente fue una amenaza de parte de un joven enamorado, sino también una declaración de intenciones. Aquel momento fue el inicio de un camino que lo llevaría, décadas después, a convertirse en el primer Papa latinoamericano. Amalia continuó viviendo en Argentina, y “por lo que cuentan en Roma, mantienen contacto por carta”, de acuerdo con El Confidencial.
A Francisco, Esther le enseñó a pensar en política
Mientras estudiaba, Francisco trabajaba en un laboratorio de análisis. “Me gustaba. Además, mi jefa, Esther Ballestrino de Careaga, investigadora biomédica farmacéutica, era una gran mujer.
Entre alambiques, reactivos y microscopios, no solo me enseñó la cultura del trabajo, sino también la meticulosidad como requisito imprescindible. La prisa con la que a veces le presentaba los resultados de los análisis la hacía recelar: ‘¿También hiciste aquella prueba?’. Respondía que no, que no me había parecido necesario, dado que todas las que había hecho antes indicaban que aquel era el resultado correcto.
‘No, así no -replicaba-: la escrupulosidad y la precisión lo son todo en nuestro trabajo. Las razones de la ciencia deben sustentarse de manera empírica’”, describe el Papa en Esperanza. “Pero aquella gran mujer hizo mucho más: me enseñó a pensar; me refiero a pensar la política”, sentencia Francisco en su autobiografía.
Esther y Francisco se conocieron cuando ella tenía 35 años y él aún no había cumplido los diecisiete. “Esther Ballestrino de Careaga era una mujer extraordinaria, la quería mucho”, reseñó el Papa.
La primera mujer en la historia que fue prefecta en el Vaticano
La monja Simona Brambilla, de 59 años, fue nombrada en enero de 2025 por el papa Francisco prefecta del Dicasterio para la Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, un organismo de la Santa Sede.
La designación significó que Brambilla sería la máxima autoridad de una institución religiosa que tiene como misión supervisar las órdenes religiosas, tanto para hombres como para mujeres, y las relaciones con sus fieles.
“Le pido al Señor la gracia de que podamos abrir nuestros corazones cada vez más para recibir este aliento y dejar que nos transforme como personas, como comunidad, como la Iglesia y humanidad”, dijo Brambilla en diciembre pasado, según la BBC.
Dicho nombramiento confirmó “la voluntad expresada por el Papa Francisco de dar a las mujeres un mayor lugar en las posiciones de liderazgo al interior de la Iglesia católica”, indicó el mismo medio.
Desde el inicio del pontificado de Francisco, la presencia de mujeres en el Vaticano ha ido en aumento. De acuerdo con las cifras de Vatican News, el porcentaje de mujeres con cargos pasó de representar 19.2 por ciento en 2013 a 23.4 por ciento en 2023.
La designación de la italiana confirmó la voluntad de Francisco de ampliar el espacio a las mujeres religiosas, una decisión resistida en el interior de los sectores más conservadores de la Iglesia católica, advirtió la BBC.
El Papa Francisco fue acompañado por la figura de una mujer incluso en sus funerales. La monja francoargentina, Genevieve Jeanningros, de 81 años, logró acercarse y rezar ante el féretro donde descansa el cuerpo del pontífice en la Basílica de San Pedro, su presencia rompió con el protocolo, y aconteció en un momento que estaba reservado para cardenales, obispos y sacerdotes.
Geneviève Jeanningros es una religiosa que pertenece a la orden de las Hermanitas de Jesús, y que durante, aproximadamente, siete minutos rezó y lloró cerca del ataúd de Francisco, su amigo.
Sor Geneviève Jeanningros era conocida como una persona cercana del Papa. Tan cercana era su relación con Francisco, que él la apodaba la ‘enfant terrible’. La religiosa ha dedicado más de 50 años de su vida a asistir a mujeres transexuales y otros grupos vulnerables. Cada miércoles de audiencias generales, Sor Geneviève llevaba a grupos de homosexuales y transexuales para que se acercaran al pontífice.
Es así como la presencia femenina a lo largo de la infancia, juventud y vida adulta del Papa Francisco, no solo permitió moldear su sensibilidad y su mirada compasiva hacia la humanidad, sino que también fortaleció su ideología sobre la importancia del papel de la mujer en la familia, la sociedad y la Iglesia.
Con información de Emma Landeros.