Historias no contadas, anecdóticas como un secreto que se pasa de generación en generación. ¿Qué pasa detrás de puertas cerradas? Es este misticismo y este espacio secreto el que crea el ambiente perfecto para el caos y la catarsis. Para poder comunicar este legado al mundo, el fotógrafo Diego Céspedes ha elegido Galería Ñu como su espacio de exhibición.
Olga Micha ha dedicado su labor, desde 2017, a la difusión de proyectos multidisciplinarios. Siendo creadora de Ñu, ha buscado crear experiencias itinerantes que deshagan el concepto de una galería y rebatan la idea de “la galería tradicional con cuatro paredes blancas y una obra al centro”, como menciona ella misma. Es este afán por destruir lo preconcebido lo que la ha impulsado a crear una plataforma tan importante como es Galería Ñu. A partir de octubre del año pasado, la galería abrió su primer espacio fijo que dentro de sus capacidades muta y pretende ser el anfitrión de nuevas experiencias artísticas que inviten a la interacción del público.
Como primera exposición del espacio fijo de Galería Ñu llega “este nudo que somos nosotros” del fotógrafo Diego Céspedes. Retratando de una manera muy caótica la tradición de “El simulacro” de Malinalco, Céspedes nos muestra otra faceta del imaginario mexicano y de sus pueblos que yuxtaponen el rencor y honor hacia los españoles. Este ritual existe como una oda a la historia y como un mito del orden que existe dentro del caos.
¿Cuál es la esencia de Ñu y cuál es su razón de ser?
Olga: Ñu es un proyecto de arte itinerante. Siempre he buscado espacios específicos para cada proyecto y cada artista, y con este espacio empezamos a generar una fluidez en el programa. Vamos a seguir con la parte itinerante, porque es la esencia del proyecto y la verdad me gusta mucho. El arte se tiene que relacionar siempre con el contexto y tratamos de hacer el espacio lo menos opaco posible porque genera exclusión. El espacio primero fue una bodega y luego buscamos hacer que podamos hacer pequeñas exposiciones, ir cambiándolas cada 6 semanas y esta es la segunda en este espacio y es la primera obra individual de Diego Céspedes.
¿Cómo fue la primera exposición de Galería Ñu?
Olga: Fue en el último piso de Torre Reforma con Carlos García Noriega que es escultor y basa sus esculturas en la esquizofrenia propia y la esquizofrenia de la ciudad. Eran esculturas de acero, algunas intervenidas con video-mapping con un sismógrafo y buscamos un lugar donde pudieras estar en contacto con el caos de la ciudad. Torre Reforma estaba en obra gris por lo que comunicaba perfectamente esta esquizofrenia y visión no completada.
Diego, ¿qué querías comunicar con esta primera muestra solitaria?
Diego: Parte de lo que queríamos hacer con el show es que la gente vea primero y luego entienda el tema. Esta es una recreación de la guerra de independencia en Malinalco y lo que sucede un comité designa a un grupo de gente que van a hacer de españoles y construyen una torre donde se ponen todos con sombreros y uniformes; el resto del pueblo los ataca. Al final le prenden fuego y acaban con la guerra. Quisimos empezar el recorrido con las pausas, que necesitan para bajar a quien esté herido de la torre y en esas pausas llegan niños vestidos de españoles, y quisimos hacer ver el ritual de pasaje, como si ser español fuera una primera comunión, un bar mitzvah. El título lo pusimos porque es una frase que sacamos de Juan Rulfo y queríamos hacer ver la realidad dentro de la ficción, que de esto es la identidad del mexicano, es el machismo, a pesar de ser un evento ficticio, una recreación hay muchas verdades dentro de ellas. En las imágenes no hay dos torres en la misma. Este evento se hace cada año, y casi nadie sabe que existe, yo me enteré de que existía porque la gente que no es de Malinalco no sabe que existe. Aunque es un show es muy poco conocido, el que de cierta forma se mantenga en secreto lo hace muy genuino. Yo soy el único fotógrafo que ha estado ahí y eso a mí me encanta.
¿Por qué elegiste esta serie como protagonista de esta exposición?
Olga: La serie en realidad la escogimos en conjunto Diego y yo, y es parte de muchas fotografías de las que estás viendo. Llevo conociendo a Diego muchos años y me encanta lo que hace, con esta serie me voló la cabeza porque está parte de que trasciende lo documental en un evento de que ya en sí mismo es distinto y peculiar. Muy mexicano en distintas maneras con un tinte de realismo mágico y de ahí viene el título de la exposición, y a mí lo que me fascina de estas fotos es que cada imagen es muy poderosa en sí misma, un momento de cuando algo que es ficticio se vuelve realidad; un performance que llega a un punto en el que se convierte en lo que es y creo que se puede ver en las fotos. Son imágenes muy ominosas, mágicas, extrañas, bien logradas y que además logran documentar. Nos sorprendimos porque al buscar en internet sobre este evento cual le llaman el simulacro, casi no encontramos nada entonces tiene muchas particularidades que, al analizar, es muy mexicano.
Contaban que cada espacio se adecua o buscan un espacio en relación con lo que están exponiendo, ¿por qué este espacio en específico?
Olga: En este espacio pretendemos generar diferentes proyectos y exposiciones cada 6 semanas. Estamos haciendo exposiciones demostrando el trabajo de artistas mexicanos, emergentes y consolidados. De hecho, queda muy bien en este espacio porque si ves la torre y si ves la arquitectura de este lugar hay una relación con la estructura, con lo inestable, la madera. Pero, sobre todo, en este espacio lo primordial es la obra y el artista.