Cómo se gestó, quiénes eran las personalidades detrás de él, cuáles eran los límites entre lo artesanal y el diseño moderno, todo se puede conocer en una sola exposición.
Por Alejandra Jarillo
Por qué importa el diseño? ¿Se lo han preguntado? “Porque está pensado para hacer la vida cotidiana mejor, feliz, más confortable y más eficiente”, dice Ana Elena Mallet quien desde hace 25 años lleva la batuta en cuanto a investigación y difusión de esta práctica artística en México. Y aunque la respuesta pudo ser obvia para muchos, la realidad es que debemos plantear y replantear la pregunta cada vez que sea necesario para reavivar la conversación. Justo eso pretende la exposición “Una modernidad hecha a mano. Diseño artesanal en México, 1952- 2022”, generar un diálogo ‒y una reflexión‒ al hablar de diseño nacional para conocer su origen y comprenderlo mejor.
Con la curaduría de Ana Elena, la muestra nos cuenta una historia de tradición, colaboración, evolución e innovación que se mezcla con maestría y originalidad, reinterpretando los modelos populares de estética mestiza ‒única‒ para insertarlos en la vida cotidiana moderna; que nos habla de muchas disciplinas a la vez –porque el diseño se aplica a todo– y asimismo revela personajes sorprendentes quienes forman parte de esta construcción de nueva identidad, la cual merece ser conocida y reconocida, ya que es parte de nuestra historia del arte y también porque es fascinante. La anécdota cuenta que desde hace 70 años no se había exhibido diseño en Ciudad Universitaria, la primera vez se haría por iniciativa de la artista cubano-mexicana Clara Porset, quien sin saberlo ‒porque la disciplina aún no se nombraba como tal‒ ejercería de curadora al seleccionar piezas de mobiliario para una exposición que consolidaba el discurso de actualidad en la recién inaugurada CU, obras que definían las necesidades de la vida moderna en 1952.
Hasta hoy, el MUAC decide volver a engalanar a “la máxima casa de estudios”, con más de 600 piezas provenientes de 200 colecciones y 339 artistas ‒parece que desquita ese tiempo de omisión. Pero regresemos a los años 50 con Clara Porset, porque mucho se debe a su visión de un nuevo modo de vida a través del diseño ‒a sus investigaciones del origen y revisiones del mobiliario de pueblos nativos‒ que postulaba ideologías sobre el tema con los arquitectos Juan Barragán, Juan Sordo Madaleno o Mario Pani, generando un diálogo nuevo para plantear un interiorismo de autor y así complementar sus grandes obras arquitectónicas. Barragán fue el primer interesado, y por eso es que piezas como el buteque Miguelito, de Porset, fuera parte esencial de la bella casa de la calle General Francisco Ramírez.
En este contexto empezaron a llegar a México personalidades que enriquecieron la creación nacional con prácticas colaborativas. Nuestro país, como escuela de lo artesanal, generaría condiciones para que se dieran confrontaciones y variaciones conceptuales que se traducirían en ruptura con los modelos populares para reinterpretarse. Las nuevas concepciones responderían más a una ideología que a un simple oficio local. Desfilaron nombres como los de los estadounidenses William Spratling, y su resignificación de la plata de Taxco, Ken Edwards y su relación íntima con la cerámica y sus alfareros en Tonalá, Michael van Beuren y su sueño socialdemócrata con su fábrica en Naucalpan (y la decena de trabajadores mexicanos haciendo “muebles de diseño”); el francés Felix Tissot que se consolidó como ceramista en la sierra guerrerense o el matrimonio alemán Anni y Josef Albers, quienes como parte de la diáspora de la Bauhaus, vendrían a nuestro país para experimentar su fantasía abstracta con los maestros de textiles oaxaqueños… ¿pueden imaginar esos encuentros sin emocionarse? ¿Sabrían que estaban gestando el modernismo artístico del diseño del siglo XX?
En la parte final de la exposición ‒y no es spoiler‒ podemos ver una suerte de estatus del diseño contemporáneo, piezas de creación actual que no necesariamente obedecen a una condición funcional ni de identidad, sino que son un vehículo de expresión con trasfondos políticos o sociales. La muestra responde preguntas, pero genera muchas más a lo largo del recorrido, porque la historia del diseño mexicano se sigue escribiendo, pues aún hay mucho por ver y descubrir.
COLECCIÓN SEMILLA
La creación de un acervo de diseño Esta exposición en el MUAC llegó después de casi cuatro años de negociaciones, pero ha valido la pena, hoy se puede hablar incluso de la construcción de un acervo. Ana Elena Mallet nos cuenta cómo continúa su labor para difundir sobre el diseño hecho en México y cuáles son sus necesidades.
¿Cómo generar audiencias para el diseño?
Desde un museo, educar a la gente sobre el tema es parte del discurso del arte sobre prácticas contemporáneas de la producción actual, debe revisarse como otras disciplinas.
¿De qué se compone la creación nacional actual?
Debe tener un componente simbólico-cultural importante que refleje las innovaciones de la época, los materiales, el tipo de idiosincrasia, un reflejo de cómo queremos y buscamos vivir, cómo deseamos solucionar nuestra vida cotidiana.
Más que una exposición, las conversaciones con el MUAC han llevado a la adquisición de piezas para la construcción de un acervo...
Diez por ciento de lo que hay en la exposición ya es acervo de la UNAM; empezamos en 2018 hablando de lo que llamamos una ‘colección semilla’: se compone de 60 piezas adquiridas, mayormente piezas modernas y de diseñadores contemporáneos. La intención es incrementarla y tener una serie importante que nutra los contenidos que deseamos tener en el MUAC y en la Universidad Nacional dedicados al diseño y a su historia.
El diseño está en todos lados…
Hoy, el pensamiento del diseño es superimportante, porque no solo se diseñan muebles, indumentaria, zapatos, objetos… el diseño de sistemas asociados a lo virtual, la señalética de las ciudades, el flujo del metro, eso debería ser pensado por un diseñador; sin embargo, ni los gobiernos en Latinoamérica ni los empresarios lo ven así aún. El diseño no es solo el valor agregado para embellecer las cosas. Es parte de un sistema, una manera de pensar, eso es lo que hay que promover.
¿Cómo imaginas el diseño nacional en 10 años?
Hay que reflexionar sobre un diseño que se ancle en el territorio, pero que no necesariamente hable de mexicanidad; hacer buen diseño asociado al contexto, a las necesidades, saber que el diseño también se hace a mano, a pesar del futuro digital, siempre volver al origen; hacer entender al público en general para qué sirve el diseño, ya no solo para hacer cosas bonitas, entender que va mucho más allá del objeto.
¿Cómo saber a qué diseñadores apostarle?
Hay que empezar a seguirlos, hoy es muy fácil con Instagram, conocer qué están haciendo, qué están considerando. Existe una evolución muy importante porque no están preocupados por diseñar cosas estéticas o eficientes, hay trasfondos, las diseñadoras, por ejemplo, están pensando en cómo solucionar los feminicidios y desarrollan dispositivos para ello.
¿Qué comprar?
Objetos que tengan sentido simbólico y funcional para el usuario, que le solucione algo, pero que también le signifique. Descubre el artículo en la edición impresa de este mes CARAS SEPTIEMBRE o la versión digital en este link. Te puede interesar: El lujoso departamento de María Félix en París