Columnista CARAS México
Ana Pazos @anapazoslifecoach
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Déjame ver… entras a Instagram piensas que todas tienen una vida mejor que la tuya, están más fit, son más fashion, sus casas se ven impecables. Sales a comer y te fijas en todas las bolsas que no tienes, en la comida que a ti te hace subir de peso; mandas un mail y te sientes menos importante que los demás, ves la visibilidad que tienen otros puestos pero no el tuyo, todas las emprendedoras que conoces parecen mucho más clever que tú.
Claro, todo sucede de manera bastante automática pero eso no significa que los efectos reales de esas comparaciones continuas no acaben con tu autoestima. También te restan felicidad, minimizan tus objetivos y te impiden generar cambios reales en tu vida.
Todas lo hacemos: generamos un ciclo de auto-sabotaje cada vez que nos comparamos con alguien más. Suena fuerte pero es una realidad: nosotras mismas podemos llegar a ser nuestras peores enemigas. ¿Nuestra arma favorita? Pensamientos y comportamientos.
La mente es poderosísima, eso ya lo sabes, y es justo por eso que, para romper cualquier ciclo vicioso o hábito negativo tenemos que entender qué sucede en nuestro cerebro y cómo eso nos afecta en la materialización de nuestro sueños, acciones y actitudes. Empecemos entonces por desenrollar el ciclo venenoso de las comparaciones. El lugar favorito de nuestra mente es la zona de confort: no le da trabajo, puede funcionar con el mínimo esfuerzo y puede huir de los cambios. Cuando no hay estímulos externos todo es más fácil y previsible. En cambio, cuando te propones alguna meta se empiezan a prender foquitos de actividad, ¿y la respuesta inmediata para no salir de la zona de confort? Excusas, comparaciones, obstáculos autoimpuestos. Cada vez que crees que alguien es mejor que tú, creas una incoherencia en tu vida: abres un abismo entre eso que quieres y eso que haces, entre tu yo actual y tu futuro soñado. ¿Cómo reconocer que estás cayendo en esa incoherencia? Hagamos una recapitulación de tu día; te apuesto que vas a encontrar que te metiste en más situaciones de las que te imaginas que acabaron perjudicándote: comerte unas papitas en vez de unas verduras de munchie aunque tu gastritis está al tope, pasar horas viendo el perfil de Instagram de una mujer que tiene (según tú) una vida perfecta, procrastinar ese correo de chamba que te incomoda mandar, no pelar a tus hijos por estar en el celular, cancelar esa reunión con tus amigas por flojera… Ahora piensa cómo esas acciones, que pueden parecer insignificantes, te están impidiendo avanzar en la dirección que deseas. Las comparaciones y excusas, la baja autoestima, el miedo al fracaso, a no cumplir las expectativas o a salir de la zona de confort, son algunos de los motivos más recurrentes de auto-sabotaje que encuentro en mis sesiones de coaching. “¿Seré capaz de hacer esto y triunfar?” es la pregunta de fondo más recurrente cuando hacemos planes; tristemente, la respuesta casi siempre va cargada de miedos irracionales: una parte de ti quiere avanzar y otra parte de tu mente, te frena.
Nuestro sabotaje de cada día
Desde que era chiquita mi mamá me decía: “Ana la hija de la vecina es más estudiosa y saca mejores calificaciones que tú”. A esa edad yo pensaba, “qué bueno, pero me sentía incómoda” pero con el paso de los años me doy cuenta que ese tipo de comentarios formaron mucho la persona que soy hoy, las comparaciones que hago y los motivos detrás de ellas. En gran medida nos comparamos para darnos cuenta de aquellas cosas que nos gustaría tener; el problema es que nos quitamos la oportunidad de valorar lo que sí tenemos, pues minimizamos nuestros propios éxitos. Ya conoces el dicho: “el jardín del vecino siempre es más verde”. Aún peor, hoy en día ¡vivimos en la era de las comparaciones! Cada segundo del día estamos expuestas a una sobrecarga de información, imágenes, vidas ajenas, familias que no son nuestras. Todo lo vemos a través de un filtro –literal y figurativamente– de perfección que nos hace desear, desear, desear lo que no tenemos y minimizar, minimizar, minimizar lo que sí. Desde “me encanta ese corte pero jamás tendré ese pelo increíble” hasta “¿por qué su negocio es un éxito y el mío fracasó?”. Pero, aunque a veces vemos hasta la cocina de alguien más, no conocemos su vida, su historia, sus motivaciones, sus problemáticas. Me atrevo a decir que 90% de lo que ves en redes sociales son cosas sacadas de contexto de la realidad: una vida mostrada sólo desde sus mejores ángulos. Y créeme, desde los mejores ángulos una nunca está a la altura, no es lo suficientemente buena y, definitivamente, necesita tener más. Pero si constantemente te convences de que lo ajeno es perfecto, ¿qué es lo propio? Imperfecto, incompleto. Cuando sientes que todo te falta, te frustras, te deprimes, no peleas por lo que tienes ni puedes trazar un camino a tus sueños porque no puedes reconocer ni dónde estás parada para empezar. Al compararnos, perdemos nuestra autoestima y nos alejamos de la vida que realmente queremos. No de la que tienen los demás.
Pasar demasiado tiempo en redes viendo perfiles que en lugar de inspirarte te desmotivan, estás voluntariamente entregando tu autoestima, tu fuerza y tus planes; elige usar las redes de forma más inteligente, piensa mejor en el esfuerzo que se lleva una foto perfecta, un video casi actuado, una estética impecable. La mayoría de los estudios acerca de la felicidad coinciden en algo: no hay una cosa que pueda considerarse la clave para la felicidad, ni el dinero ni el amor ni los viajes ni la salud. Pero sí hay una actitud inherente a la felicidad: no comparar quiénes somos y qué tenemos con quien es y tiene nadie más. La comparación es la forma más rápida de auto sabotearse; si crees que estás libre de tirar la primera piedra, siento decirte que las acciones y actitudes de comparación y auto-sabotaje forman parte de tu cotidianidad. ¿No me crees? Aquí una lista para que te des cuenta:
- Tus prioridades están confundidas; evitas hacer lo más importante y pones primero aquellas cosas que tienen menor trascendencia: piensa en el tiempo que pasas en redes sociales vs el tiempo invertido en leer, hacer ejercicio, pelar a tu pareja.
- Tienes un catálogo demasiado surtido de excusas: “Soy muy mayor”, “soy muy joven”, “no tengo dinero ”, “las cosas están muy mal”, “no tengo tiempo”, “así no son las cosas”, “nunca nadie lo ha logrado”, “para qué si no pasa nada”…
- Prácticamente todas las mujeres con quienes interactúas –virtual o realmente– tienen algo que tú no.
- Empiezas muchas cosas pero acabas muy pocas; le dedicas mucho trabajo y esfuerzo a algo y cuando estás a punto de acabar, lo abandonas con cualquier excusa de esas que dominas.
- Procrastinas con demasiada facilidad, dejas todo hasta el último momento y encuentras muchos argumentos válidos para justificar el “después lo hago”.
- Eres perfeccionista, si algo no sale perfecto, ¿para qué lo haces? Tu mantra es: si no es perfecto, no vale la pena.
Te identificaste con alguna de esas actitudes, te lo aseguro. ¿Qué dice eso de ti? ¿Cómo te ves a ti misma? ¿Cómo te hablas? ¿Te crees a ti misma? Si la respuesta a cualquier de estas preguntas te resulta una connotación negativa, es momento de tomar la decisión consciente de frenar, valorar y empezar de nuevo. Aprender, crecer, crear, soñar, cambiar… todos son verbos de acción que no tienen fecha de caducidad. La decisión de darte amor propio es siempre tuya, mientras exacerbes el valor de los demás, poco vas a valorar el tuyo. ¿Mi consejo favorito del tema? En vez de comparar, admira. ¿Cómo empezar a cambiar este discurso interno?
- Pon atención a los momentos y situaciones en los que más te comparas: ¿qué estás haciendo, cómo estás de ánimos, qué respuesta física tiene tu cuerpo cuando te sientes menos?
- ¿Qué objetivo cumples cuando te comparas? Sé consciente de lo que generan estas comparaciones: ¿te motivan o te limitan?
- Piensa detalladamente en tu historia, ¿cuándo aprendiste a compararte? ¿Te acuerdas del comentario que siempre me hacía mi mamá? Seguro tienes alguna anécdota similar en tu subconsciente, revívela, analízala y déjala ir. No eres tu yo niña o adolescente así que seguir cargando el peso de una comparación del pasado es una pésima idea.
- Detalla tu presente: tu misión en la vida, el camino recorrido y el que falta por recorrer. ¿A quién admiras y por qué? ¿Quieres seguir un camino o crear el propio? ¿Qué puedes construir con lo que hoy tienes? Con tu inteligencia, tu temperamento, tu alegría, tu mentalidad. Nadie tiene la misma combinación de esas cosas más que tú, así que ahí, no hay punto de comparación.
- Entrena tu mente para poner la mirada en aprender, no en comparar. Cuando ves a los demás como competencia ya encontraste una ganadora y no, no eres tú.
- Ve a los demás como inspiración, emociónate con sus logros, aprende cómo lograron lo que lograron y modela sus comportamientos, sus consejos, sus aprendizajes.
Compararse con los demás te aleja de tu paz, tu autoestima y tu confianza. Cada vez que te comparas entregas el control de un cachito de tu vida. Pensar que alguien tiene una mejor vida y por lo tanto tú no eres suficiente es la peor mentira que te puedes contar. Todos somos únicas, todas tenemos una combinación propia de pensamientos, inteligencia y anhelos, solo debes aprender a mirarte como eres, acostumbrarte a poner la atención en tí para que puedas notarlo. Descarga tu ejercicio práctico aquí para vencer el autosabotaje.
Te dejo esto de tarea: la única persona con quien tienes permitido compararte de manera positiva, y como parte de tu crecimiento, es con tu YO de ayer. Te puede interesar: 8 CONSEJOS PRÁCTICOS DE ANA PAZOS PARA EDUCAR HIJOS EXITOSOS
Tu coach, Ana Pazos @anapazoslifecoach.