Han pasado ya casi nueve meses desde que el mundo recibiera con consternación la noticia de la muerte de Dolores O’Riordan, la cantante y líder de The Cranberries, a los 46 años de edad y en unas extrañas circunstancias de las que, pese a no ser consideradas “sospechosas” por las autoridades forenses de la ciudad de Londres, hasta ahora solo habían trascendido unos cuantos y poco reveladores detalles. Este jueves, sin embargo, el tribunal encargado de dirigir la investigación sobre las causas del triste deceso ha emitido un informe en el que se constata oficialmente que la intérprete irlandesa murió ahogada en la bañera de su habitación de hotel, un accidente al que contribuyó notablemente -ha sido definido como un “factor de peso” por el forense principal- el alto nivel de alcohol que presentaba su organismo tras hallarse el cadáver.
Según el canal de noticias Sky News, en la vista oral que ha tenido lugar esta mañana en la llamada Corte Forense de Westminster también ha intervenido el psiquiatra que había venido tratando a la artista en Irlanda, el doctor Ceallaigh, quien ha asegurado que Dolores sufría “episodios maníacos” de forma esporádica que alteraban significativamente su ánimo y le producían ciertos brotes de euforia. La legendaria intérprete y cantautora -una de las figuras esenciales para entender la escena musical alternativa de los años noventa- fue enterrada a finales del pasado mes de enero en su país natal tras un discreto e íntimo servicio religioso al que asistieron buena parte de sus familiares -incluida su madre Eileen, sus hermanos y sus tres hijos-, sus compañeros en la exitosa banda, Mike y Noel Hogan y Fergal Lawler, y su exmarido Don Burton, uno de los encargados de transportar el ataúd al cementerio donde reposan los restos mortales de la cantante