Partamos de algo que es una verdad aquí y en cualquier parte del mundo. Lo que para uno puede ser el el look más brillante de la humanidad, puede ser radicalmente lo opuesto para otra. La moda —justo en ese lugar híbrido entre diseño y arte que ocupa en nuestras vidas— es, a todas luces, subjetiva. Pero eso sí, no podemos negar que hay uno o dos looks en la historia de las alfombras rojas del Oscar que nos ha hecho levantar la ceja; y en varias de ellas, para mal. Muy mal.
Barbra Streisand en 1969
Cuando Streisand recibió su Oscar por Funny Girl, la cantante no contó con la potencia de las luces sobre su mono de lentejuelas Arnold Scaasi. Un diseño traslúcido con perneras acampanadas y puños de esmoquin que se hizo todavía más transparente cuando las luces se posaron sobre el cuerpo de la multifacética intérprete.
Cher en 1986
Cher, histriónica y sensual como siempre, llevó un clásico Bob Mackie de lentejuelas, un abdomen muy descubierto —como sólo ella y su espíritu setentero podrían—, y un dramático tocado de plumas. Aunque dicho look era un statement contra La Academia por no considerarla una actriz seria, Cher aceptó años más tarde que se sobrepasó y que tal vez ése no era el estilismo que debía llevar; incluso ella se sintió incómoda al entregar un premio usándolo.
Kim Basinger en 1990
Nadie puede culpar a Kim Basinger por haber llevado este look, mitad vestido, mitad esmoquin, en un año marcado por la irreverencia. 1990 fue, tal cual, un año voluptuoso de transiciones estéticas. Dato (ultra) curioso: ella misma diseñó ese híbrido gown... ¿felicidades, Kim?
Whoopi Goldberg en 1993
Vamos. Que Whoopi Goldberg era una diosa de la pantalla y podía hacer lo que quisiera. Pero este mono brocado, de color morado y verde, zapatos a juego y capa, no fueron la mejor elección. Por supuesto, creó escuela y un momento para recordar.
Lizzy Gardiner en 1995
Diseñadora de vestuario australiana que aquel año ganó el Oscar en su categoría por The Adventures of Priscilla, Queen of the Desert. Lizzy apareció en la alfombra roja usando un vestido hecho con 254 tarjetas de crédito American Express Gold, ensambladas con alambre. Un look que a muchos enfadó por no “tomarse las cosas en serio”, pero que en realidad guarda dos peculiares datos detrás. Primero, el diseño pertenecía al vestuario no utilizado de la ganadora película —porque AMEX no lo permitió— y, segundo, la diseñadora no tenía dinero para usar otro vestido esa importante noche de su carrera. Un vestido de horror, una gran idea drag y una historia muy humana de finanzas; todo en el mismo paquete.
Céline Dion en 1999
Los Oscar de 1999 fueron posiblemente una de las ediciones más interesantes de la historia. Tanto así, que deberíamos dedicarle un análisis profundo en pleno 2021. Y de aquella noche, el esmoquin al revés de Céline Dion, diseñado por Galliano, fue una de las primeras ocasiones en que vimos a Celine siendo la maestra de la vanguardia y la moda que sigue siendo hasta hoy, pero con un toque de infortunio que la mantiene en esas listas donde no sabes si es un YAY o un NAY.
Björk en 2001
Finalmente, el look que sigue siendo disfraz de Halloween entre los millennials y Gen-X: el vestido de cisne de Marjan Pejoski. Un diseño volumétrico, escultural y que bien podría ser un pelucho carry on. Éste se enrollaba alrededor del cuello de Björk a modo de estola y “caía” sobre el resto del cuerpo de la cantante como un abrazo de la criatura. Una genial pero extraña (y hasta abominable) elección que ha pisado los museos del diseño en todo el mundo.