Por Alberto Ortega Gurza @CARASmexico
Hace un año y medio, en marzo de 2017, José José anunció que padecía cáncer de páncreas. La noticia fue recibida con tristeza y desesperanza debido a que varias celebridades como Steve Jobs, el actor Michael Landon, el escritor Irwing Wallace, el tenor Luciano Pavarotti o la legendaria actriz Joan Crawford perdieron la batalla contra esa mortífera enfermedad. Poco después, el cineasta mexicano Guillermo del Toro compartió en sus redes sociales estas palabras: “La voz más hermosa para la balada triste, un tesoro. No hay una voz como la de José José. Tan singular, tan precisa y tan perfecta como un Sinatra pero vulnerable y dolida”. En México y en la mayoría de los países de habla hispana todos hemos sido tocados por alguna de las canciones que él convirtió en himnos atemporales del amor y el desamor; dos de los sentimientos más intensos y extremos que existen y que frecuentemente definen el grado de felicidad o desdicha de las personas.
Siendo hijo de un cantante de ópera, José José se desarrolló como un versátil multiinstrumentista. Pero lo que lo inmortalizó fue el encanto irresistible de su mágica voz, que ha sido parte de la vida de enamorados y desenamorados durante las últimas cinco décadas.
Interpretando algunas de las canciones más populares de Iberoamérica se ganó el cariño y respeto de millones.
JOSÉ JOSÉ NACIÓ CON EL DON
Llegó al mundo el 17 de febrero de 1948 y fue bautizado como José Rómulo Sosa Ortiz. Creció rodeado de músicos e instrumentos. Su madre fue concertista de piano y su padre, José Sosa Esquivel, un virtuoso tenor operístico quien interpretó obras maestras como Carmina Burana, La traviata, Madama Butterfly, Mefistofele, La bohème y grandes óperas de Puccini y Debussy.
Con su increíble talento heredado, José Rómulo se dedicó en cuerpo y alma a la música hasta llegar a convertirse en el cantante más popular en la historia de México. A la par con el éxito insuperable que fue construyendo, en su vida personal enfrentó todo tipo de problemas, traspiés y hasta tragedias.
Una de las primeras adversidades que sufrió fue ser testigo de la larga batalla contra
el alcoholismo que enfrentó su padre, José Rómulo Sr., hasta terminar siendo arrancado de la vida a los 45 años. Al morir su progenitor, el joven José, que acababa de cumplir 20 y estaba por empezar su carrera como cantante discográfico, se sintió solo e indefenso frente al mundo.
MAGIA IRRESISTIBLE
Se sabe que para trascender como cantante de música popular es fundamental contar con un repertorio de grandes canciones. Y, aunque no indispensable, ser dueño de una voz maravillosa siempre es de gran ayuda. Pero para que el artista sea recordado, lo más importante es que su voz tenga la capacidad de tocar y encender la sensibilidad de las personas.
Julio Iglesias es el mejor ejemplo de un cantante consagrado que no tiene una gran voz. Pero José José lo tuvo todo: además de poseer un timbre distintivo, afinación perfecta y un amplio registro de 2.2 octavas, su voz de tenor expresiva, penetrante, poderosa, varonil e hipnotizante es excepcionalmente agradable al oído.
Tenía asombrosa capacidad para sostener notas hasta por ocho compases sin perder potencia ni mostrar señales de agotamiento de su reserva de aire. Esto, aunado a su habilidad para matizar cada frase y llenar las melodías de colores, convirtió las composiciones románticas que interpretó en canciones intensas y estremecedoras.
Fue tan destacado como cantante, que al alcanzar la fama se concentró en la voz y rara vez se le volvió a ver con un instrumento en las manos, por lo que la mayor parte del público no conoce su talento como guitarrista, bajista, pianista y contrabajista.
SE SUMERGE EN LA MÚSICA
La creencia popular dice que José José nació en Amecameca, pero en realidad fue en la colonia Clavería, Azcapotzalco, de la Ciudad de México, a unas cuadras de donde está el IPADE y donde existe una estatua de su persona.
A los siete años se unió al coro de su colegio y figuraba como solista en los festivales. Su padre, el hombre alcohólico y conflictivo cuya carrera decaía a la par con su salud, exigía que en la casa solamente se escuchara música clásica.
Pero en cuanto abandonó a su familia, su hijo José Rómulo, de 15 años, formó un grupo junto con un primo y un amigo. En esa época empezó a contratarse para dar serenatas, un trabajo al que se dedicó intermitentemente durante los siguientes años.
YA LO PASADO, PASADO
Su primera experiencia profesional llegó a los 17 años cuando consiguió un contrato para grabar cuatro canciones bajo el nombre artístico de “Pepe Sosa”. Convencido de que aquella primera oportunidad sería su catapulta hacia la fama, se preparó sin descanso durante seis semanas para realizar su debut en los estudios.
En contra de sus esperanzas más vivas, tras el lanzamiento del material discográfico no sucedió absolutamente nada. Con base en esta experiencia poco feliz, el cantante aprendió que el difícil camino al éxito está lleno de fracasos, pero también comprendió que el fracaso es, en sí mismo, un éxito. Lejos de decepcionarse y aventar la toalla, decidió redoblar esfuerzos hasta acumular los méritos necesarios para alcanzar su sueño de convertirse en un cantante exitoso. El talentoso artista trabajaba intensamente mirando adelante sin perder tiempo divagando en el pasado.
EL JAZZ Y LOS BOLEROS
Acabando de cumplir 18 años optó por entrar en un nuevo género musical y formó con dos amigos un trío de jazz llamado Los PEG, en el que fungió como cantante y contrabajista, y aunque también tocaba la guitarra, el bajo y el piano, con el tiempo se enfocó por completo en su voz. Las horas interminables dedicadas a ensayar ese género, que es uno de los más demandantes y complejos de la música popular, fue clave para que se fogueara y familiarizara con este arte desde las profundidades de la ejecución instrumental. El trío llegó a tocar en varios antros y bares.
Durante una de sus presentaciones lo escuchó el veterano compositor y productor discográfico Rubén Fuentes, quien, como si se tratara de una epifanía, estando frente al escenario quedó encandilado con la voz y el talento expresivo de José. Posteriormente, declaró que desde que escuchó la primera canción supo que esa voz excepcional tenía la magia para convertir a su dueño en una leyenda.
Consciente de que lo que había hallado era la gallina de los huevos de oro, le ofreció un contrato discográfico. La única condición que le impusieron al cantante a cambio de la producción y lanzamiento del disco, fue que dejara de tocar en centros nocturnos.
Si bien José José tenía en las manos la oportunidad que podría cambiar para siempre el rumbo de su vida, por otra parte, el dinero que recibía por esas presentaciones nocturnas era la única fuente de ingresos con la que contaba para mantener a su familia.
Las semanas subsiguientes la familia pasó hambre, pero considerando esta oportunidad como algo caído del cielo, su madre abrió una fonda para generar un ingreso modesto que le permitiera a su hijo involucrarse de lleno en la música en apego a las condiciones que marcaba la disquera.
Entretanto, haciendo mancuerna, Rubén Fuentes y Armando Manzanero entraron al estudio para producirle su disco debut titulado Cuidado.
LOS 5 MINUTOS QUE CAMBIARON SU VIDA
Pocos meses después de firmar su primer contrato y abandonar los centros nocturnos, el futuro astro entró al estudio para grabar su primer disco con RCA, donde le pidieron cambiarse el nombre por uno más “pegador” y con más personalidad; por aquellos tiempos, en los años 60 y 70 era muy común que los cantantes no utilizaran sus nombres reales.
Eligió entonces adoptar como nombre artístico José José, compuesto por su primer nombre y el de su desaparecido padre (también José) a quien, en agradecimiento por la vida, por la herencia del don de la voz y como un homenaje a su carrera poco reconocida y trunca, le dedicaba la suya y el éxito que estaba decidido a alcanzar.
Así nació José José, el cantante. La disquera invirtió muy poco dinero para promocionar el disco porque, aunque los ejecutivos lo consideraban un excelente intérprete, pensaban que las baladas y boleros que contenía, carecían del potencial para alcanzar la popularidad de otros artistas juveniles de la época.
Así que decidieron inscribirlo como concursante en el Festival de la Canción Latina y el 14 de marzo de 1970 subió al escenario para cantar “El triste”, un tema escrito por Roberto Cantoral. Mucho más que impecable o lucidora, su interpretación fue grandiosa, apoteósica, explosiva, histórica.
Antes de que terminara la canción, el público que lo escuchaba por primera vez se levantó eufórico aplaudiendo, gritando y arrojando flores al escenario, entre
ellos, los cantantes más famosos y laureados de la época: Angélica María y El Lujo de México, Marco Antonio Muñiz, cuya voz llevaba décadas de ser la mejor del país sin que nadie pareciera competirle y quien –como se aprecia en el minuto 2:48 del video que está disponible en YouTube– no pudo evitar contemplar literalmente boquiabierto al jovencísimo José José, que en ese entonces contaba apenas con 22 años de edad.
De la misma manera, millones de televidentes fueron estremecidos por el cantante capaz de utilizar su extraordinaria voz para mezclar el dramatismo de la ópera con el sentimiento de la música romántica. Ahí, entre las 8:11 y las 8:16 pm, nació un ídolo de esos que surgen una vez cada 50 o 60 años.
Tras su extraordinaria participación en el II Festival de la Canción Latina (1970), en la que interpretó El triste, José José se convirtió en un ídolo.
Para desconcierto de propios y extraños, esa noche el primer lugar se le concedió a la brasileña Claudia por su interpretación de “Canción de amor y paz” y el segundo a Mirla Castellanos, de Venezuela, por “Con los brazos cruzados”, mientras que, con su tercer lugar, José José fue el rey sin corona.
EL TIEMPO HIZO JUSTICIA
Aunque ese día la inconformidad unánime de espectadores y periodistas no sirvió para cambiar el veredicto del jurado, evidentemente acordado de manera previa, en realidad lo más emocionante del concurso fue la inolvidable actuación del mexicano, quien a partir de ese día escalaría firmemente hasta llegar a lo más alto de la música popular iberoamericana.
Por su parte, Claudia y Mirla Castellanos no llegaron a ninguna parte y permanecieron prácticamente sepultadas en el anonimato. Tras años de lucha, con su aparición en el Festival de la Canción, todos empezaron a hablar de él. El fenómeno de boca en boca extendió su nombre como mancha de aceite en el mar.
Aunque era un debutante frente al público grande, la gente hablaba de él como si fuera un artista consolidado. Durante las siguientes décadas alcanzó y afianzó su estatus de superestrella, su legión de fanáticos creció irrefrenablemente y su voz quedó impresa para siempre en la cultura popular.
Encontrarse con inaudita fama efervescente que conlleva emociones, arrebatos, presiones insoportables y la pérdida de la vida privada, lo hizo caer en el alcoholismo igual que su padre.
LARGER THAN LIFE
Las producciones discográficas Reencuentro (1977), Volcán (1978), Lo pasado, pasado (1979), Si me dejas ahora (1979) y Amor amor (1980), llenaron el aire con su personalidad y su voz.
Una cascada de grandes, emotivas y sacudidoras canciones en las que hombres y mujeres de todas las edades y estratos sociales veían reflejada su propia realidad sentimental, se convirtieron en el soundtrack de la vida de millones. Su fama traspasó las fronteras que había conocido, pero lo más grande estaba por venir.
A lo largo de medio siglo de carrera ha vendido cerca de 120 millones de discos. Se llegó a presentar con localidades agotadas en recintos emblemáticos como el Madison Square Garden, el Radio City Music Hall de Nueva York o el Pavillion de Chicago, entre muchos otros.
Su poderosa influencia trascendió también fronteras, aunque no quiso perseguir una carrera internacional como la de Julio Iglesias. No sorprende que haya impactado las carreras de cantantes como Napoleón, Emmanuel, Mijares, Luis Miguel o Cristian Castro; pero nadie imaginaría que es uno de los cantantes favoritos de Micky Huidobro –vocalista y bajista de Molotov–.
De hecho, Micky fue uno de los artistas más emocionados por participar en el álbum para homenajear a José José.
Además de la grabación de “Payaso” por cuenta de Molotov, en ese exitosísimo disco llamado Un tributo a José José, que ya tiene segunda parte, también Beto Cuevas, Café Tacvba, Moderatto, Julieta Venegas, Paté de Fuá, Aleks Syntek o Natalia Lafourcade aportaron sus versiones de los temas más famosos del Príncipe de la canción.
Pero además de influir en cantantes jóvenes, tuvo un efecto positivo con sus congéneres estrellas, incluso con monstruos de la canción como el propio Frank Sinatra, quien lo invitó a Las Vegas a cantar. Es también amigo del cantautor José María Napoleón, el compositor Armando Manzanero, el internacional Julio Iglesias, el tenor Plácido Domingo, y lo fue de Rocío Dúrcal, Juan Gabriel y Camilo Sesto, a quien no le grabó temas, extrañamente.
Los artistas Francisco Céspedes y Cristian Castro se han pronunciado como “hijos musicales” del Príncipe.