Por Gabriella Morales-Casas @CARASmexico
NOTA DEL EDITOR: Esta entrevista se realizó para la edición del mes de noviembre de 2012 cuando Ana Colchero presentaba su libro ‘Los hijos del tiempo’
Mientras Ana Colchero firma libros de su nueva novela, Los hijos del tiempo, una mujer de más o menos 25 años le pregunta a su acompañante, de unos 35, “quién será”; la amiga le responde que es “la famosa” Aimeé de Corazón Salvaje. A la veinteañera no le causa ningún interés la información, hojea la novela en cuestión y dice que “se ve padre”.
Ana Colchero ya no es una estrella de la televisión, sino una novelista. “Qué bueno que ya nadie se acuerda de lo demás”, dice, entre risas, la ex actriz y ahora autora que regresa a la escena pública después de once años de haber dejado la televisión.
Cuando eres la mejor…
“Yo siempre quise ser escritora”, dice Ana, quien aún encanta con sus llamativos ojos verdes y su actitud sexy que persiste a los años, “me retiré porque si no me ponía a escribir en ese momento ya no lo iba a hacer nunca”.
Eso fue en 1999, cuando dejó la actuación tras la telenovela peruana Isabella. Obligada por el autoexilio que le supuso dejar a medias la telenovela Nada personal, de Argos y TV Azteca en 1997, dice que no se arrepiente de haberlos demandado por incumplimiento de contrato; “se lo merecían, eran de lo peor”.
Ana había salido de Televisa, donde se hizo estrella, y demandar a TV Azteca no le dejaba mucha opción para trabajar.
“La verdad pensé: ‘si ya hice las telenovelas en horario estelar, ¿qué me queda? ¿Otra y otra hasta ser la tía de no sé quién diez años después?’ No me veía haciendo eso el resto de mi vida”.
Así que cuando estaba en Perú dejó atrás todo lo anterior. Ahora su cotidianeidad está totalmente alejada de los reflectores, las fotos y el maquillaje. “Mi vida es bastante aburrida –dice con una amplia sonrisa–, me siento a escribir y a leer”.
Literalmente, vive de escribir y como todo escritor no precisamente de hacer libros; “la ganancia económica me llega de mis traducciones, correcciones y otros textos”; vamos, se ha convertido en una escritora verdadera, “y créeme que no extraño para nada la otra vida, ni las telenovelas ni la fama; es un placer el anonimato”.
Ana Colchero: activista, pero no política
Establecida en Madrid desde hace un año y medio, ha vivido entre Barcelona y México los últimos seis años, “y justo cuando pensaba volver a México me salieron con el regreso del PRI, así que prefiero quedarme en España”.
Con esa aura política que la rodeó durante los años anteriores, cuando lejos de las telenovelas se dedicó al activismo social (“no político, que quede claro”, dice) se involucró con muchas causas “porque odio las injusticias y los abusos”. Aunque reconoce que “sí soy de un carácter combativo”.
Es cierto, su temperamento y personalidad no han cambiado, solo que ahora lo vuelca en la literatura. “La única manera de quitarme el malestar que me causa la injusticia es actuando, y no quiero decir que mi novela tenga mensaje o sea politizada, qué flojera, es simplemente una reflexión hacia el futuro que, desde mi perspectiva, nos espera”.
Los hijos del tiempo sucede en el año 2060, en Nueva York, donde se detonó una debacle social llamada “la cruzada final” desde el atentado contra el World Trade Center el 11 de septiembre de 2001. Para intentar restablecer el control por las siguientes décadas, el gobierno, rebautizado como Orden Político, decide eliminar a los rebeldes, que no son otros que las clases más pobres y desfavorecidas.
Los sobrevivientes de esas comunidades, llamados dalits, atemorizados de ser exterminados, abandonan el exterior para vivir en las cloacas de la ciudad, hasta que un día, Rudra, Zeit y Cotto deciden levantarse contra el Orden Político, salen de las coladeras para recuperar sus derechos y su libertad; “es una metáfora del mundo actual”.
Ana de ciencia ficción
Ana escogió Nueva York como escenario para la novela porque “es el centro del poder económico mundial y porque fue donde cayeron las torres gemelas, un momento que considero un parteaguas porque nos ha reconfigurado gruesísimo como sociedades globales”; pero también por los recursos narrativos que le ofrecía ser una ciudad con muchos subsuelos “con capas y túneles profundísimos que todos hemos visto en películas y que asociamos con paisajes apocalípticos”; todo ello le pareció fascinante para contar su historia.
Parte de ese interés viene de su investigación del subsuelo en la Ciudad de México, desde 2005, cuando una de las causas que apoyó fue cambiar el drenaje de la ciudad; “y los geólogos e ingenieros me explicaban que en el D.F. es inminente que se va a desbordar el drenaje si no se trabaja ya en eso”.
Ante esa preocupación particular nació la novela. “Me imaginé lo que imperará en 2060 como la consecuencia de nuestro presente, que por la velocidad que vivimos no nos damos cuenta de las cosas que nos están sucediendo”.
El futurismo, sin embargo, la obligó a involucrarse en la ciencia ficción, y aunado a sus conocimientos como economista, todo se conjugó naturalmente, “explicar la globalización me ayudó mucho en la novela”.
Ahora que, a pesar de “nuestro mundo convulsionado”, más allá del contexto, lo que Ana cuenta son las emociones y dolores que viven tres personas: “finalmente, lo que todos queremos es identificarnos con los personajes aunque vivan en una realidad tan disparada como la que describo”, dice la autora, convencida de que su novela es para todos los lectores, “sin importar edad o condición cultural”.
Lo que es un hecho es su crecimiento narrativo; de su novela debut, Entre dos fuegos, editada en 2004 por Planeta, hasta Los hijos del tiempo, bajo el sello Suma, es otra escritora; “hice muchas novelas y muchos borradores hasta que consideré que Entre dos fuegos era algo publicable, pero ahora soy más disciplinada y más entendida de lo que quiero contar”.
De la Presidencia a Televisa
Precisamente por su background es que se siente cómoda como escritora, porque las experiencias son las que hacen los novelistas, y vaya que Ana tiene mucho que contar; nada más pasó de economista a estrella de melodramas caseros y de ahí a activista social, para después convertirse en escritora y ciudadana anónima.
Todo empezó cuando se matriculó a la UNAM en Economía: “me llamaba mucho la atención y me latió el plan de estudios”, pero cuando tuvo que empezar a trabajar se dio cuenta de que estar sentada en una oficina no era lo suyo; “estuve hasta en Presidencia de la República, tuve varios trabajos así, pero me salí”.
Como muchas estudiantes, Ana interrumpió un semestre para irse de viaje a Francia, solo que eligió estudiar drama; “como mi papá tenía una pequeña compañía de teatro para aficionados, me fue algo muy cercano”. A su regreso hizo algunos castings al mismo tiempo que terminaba la carrera.
Su primer acercamiento con la cámara fue en TV UNAM, pero buscó mejores oportunidades en las televisoras del momento, entre ellas, MVS, que transmitía la popular serie Beverly Hills 90210. Su primer trabajo como actriz fue ahí con el telefilme Los años perdidos, del prestigioso director Felipe Cazals, en 1991.
Besar a Juan del Diablo…
Los castings la llevaron a Televisa San Ángel, donde debutó con la serie La Hora Marcada; el primer rol importante que tuvo fue en la telenovela Valeria y Maximiliano, al lado de Juan Ferrara y Leticia Calderón. Su rostro de belleza europea (es hija de españoles, nacida en Veracruz) y su personalidad avasallante la hicieron famosa en seguida.
En poco tiempo obtuvo su primer estelar con el antagónico que la hizo superestrella: Aimeé, en Corazón Salvaje, al lado de Edith González y del fallecido Eduardo Palomo como el inigualable Juan del Diablo; un clásico todavía recordado por quienes la vieron, “es algo a lo que de verdad le tengo mucho cariño, como cuando estuviste en el teatro de la escuela, algo lejano pero muy bonito…Y además me tocó besar a Juan del Diablo”.
Ante el éxito que supuso su nueva y repentina carrera, Ana decidió tomársela con seriedad; “para mí era un trabajo y como tal lo hacía bien, con dedicación, con disciplina y también con gusto, porque fue muy bonito”. Pero eso la hizo alejarse de su objetivo literario; erróneamente, Ana pensaba que iba a ser muy fácil escribir y actuar al mismo tiempo, “un poco son cosas hermanadas”, pero la tele era tan demandante “que empezaba telenovela y no me quedaba otra que dejar el libro a la mitad”.
“No tenía nada que perder”
Su siguiente proyecto fue Alondra, en 1995, donde interpretó a una protagonista atípica “porque era la amante, pero qué padre papel”.
No puede negar emocionarse al recordar que la mismísima Yolanda Vargas Dulché, madre de las fotonovelas mexicanas que llegaron hasta la pantalla chica, escribió la historia original, “te digo, qué suerte tuve en ese mundo”.
Solo que aún le esperaba algo más. En 1997 se mudó a TV Azteca motivada por un proyecto novedoso encabezado por el periodista y productor Epigmenio Ibarra, quien la invitó a participar en Nada personal, una telenovela que retrataba la vida política que vivía el país en los años 90; su papel fue la aguerrida Camila de los Reyes, hija de un funcionario asesinado por un político tejedor de hilos corruptos, al que intentaban atrapar un detective y un periodista investigador.
La acompañaban en el reparto Rogelio Guerra y Demián Bichir. La novela fue un hit.
Pero el rating desbordado trajo consecuencias que ella no esperaba. A media grabación Ana anunció que renunciaba porque los productores de la televisora cambiaron la estructura de la historia y los rasgos del personaje: “traicionaron toda la esencia de Camila, yo ya no podía creer en ese personaje”.
Comenzó un pleito que culminó en demandas y contrademandas, que Ana ganó, pero no le da importancia. Se ríe.
Su cara inolvidable es la que no se ha transformado. A sus 44 años presume de porte y belleza, pero ante todo, un aire de madurez y seguridad en sí misma no muy característica de los narradores: eso es herencia del showbiz, “pero la mejor enseñanza que me dejó fue nunca hablar de mi vida privada, la gente que la ventila se arrepiente aunque no sea famosa”.
Más sabia y muy clara sobre quién es y a dónde quiere llegar, Ana Colchero se siente más feliz que nunca, aunque esté lejos de casa, “añoro mucho a mi familia y a mi ciudad, pero lo importante es que tengo un hogar y hago lo que siempre soñé: escribir”.
Los favoritos de Ana Colchero
Libro :Bella del señor, de Albert Cohen. Película: Los malditos, de Luchino Visconti. Canción: Los Beatles me gustan mucho y me traen recuerdos. Perfume: No uso. Diseñador: Ninguno en particular, soy muy simple, me gustan los jeans y las blusas y uso pocos accesorios. Platillo: El arroz en todas sus variedades. Ah, y el chamoy. Bebida: Vino tinto de los buenos.