Preguntamos a Maya Zapata, actriz, directora y guionista, sobre feminismo, equidad de género y machismo, y esto fue lo que nos respondió.
Este 16 de agosto se cumple un año de la marcha feminista en la que cientos de mujeres protestaron a partir del caso de una joven de 17 años quien denunció haber sido violada por cuatro policías en Azcapotzalco.
Bajo la consigna “No me cuidan, me violan”, la marcha llegó hasta las instalaciones de la Secretaría de Seguridad Ciudadana que se encuentran en la Glorieta de Insurgentes donde exigían justicia y un alto a la violencia contra las mujeres.
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Este domingo, a un año de dicha protesta, cientos de mujeres saldrán nuevamente a la calle a marchar. Por ello quisimos entrevistar a la actriz, directora y guionista Maya Zapata, para conocer su punto de vista sobre feminismo, equidad de género y machismo, entre otras cosas.
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¿Qué significa ser mujer para ti?
Un poquito más de la mitad de la humanidad.
¿Te consideras feminista?
Sí.
¿Qué es el feminismo para ti?
En principio es la búsqueda por la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres. El camino es la desarticulación del sistema patriarcal que carece de género.
A un año de las protestas del 16 de agosto de 2019, ¿qué tanto se avanzó respecto a los derechos de las mujeres, su seguridad y la equidad de género?
Creo que cada vez hay más avances, pero dependiendo del sector del que hablemos. Los avances son para las mujeres privilegiadas. Aquellas líderes que alzamos la voz y somos escuchadas, porque nos resulta más fácil.
El problema sigue siendo para todas aquellas mujeres que no lo son (la mayoría de ellas, lamentablemente). Aquellas que son pobres, racializadas, sin estudios y por lo tanto con menos oportunidades de recibir justicia, acumular riqueza e incluso morir de manera violenta. Aquellas que no tienen tiempo para pensar en el feminismo porque están ocupadas en sobrevivir.
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¿Te has unido a marchas feministas y por qué?
No suelo ir a las marchas feministas, mi feminismo es de acción inmediata. Si me encuentro frente a un problema derivado del patriarcado, lo enfrento en ese momento. Tuve que aprender a hacerlo. Si me tengo que defender, me defiendo; si tengo que poner un límite, lo pongo; si tengo que evidenciar algo que considero injusto, lo hago.
Acciono desde la calma, amablemente porque el que se enoja pierde y el mensaje no pasa, aunque algunas veces se me ha salido el diablo.
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Fui a la última marcha porque quería entender las razones íntimas del movimiento. No sabía por qué me ofendía tanto escuchar a mis pares, independientemente de su procedencia privilegiada, pronunciar esa consigna de: nos están matando.
Como si nuestro privilegio no existiera y no funcionará como una especie de escudo protector. Y, si bien, todas somos más proclives a experimentar algún tipo de violencia física, sexual o emocional, las cifras son claras al apuntar cuáles son las mujeres que mueren como si su vida no tuviera valor. Más muertes se suman en la medida en la que desciende la escala del privilegio.
¿Cómo pueden los hombres ayudar a las mujeres en su lucha?
No sé. Confío en que sus ejemplares más inteligentes sabrán cómo reinventarse. Ya los veo haciéndolo y me emociona mirarlo. Lo que sí hago es replicar esas voces, darles eco. Decirles lo que tienen que hacer sería hacer lo mismo de lo que nosotras nos hemos quejado durante años.
“Mi manera de reconectar con mi poder ha sido el autoconocimiento. Sanando mi dolor, entendiéndolo, haciéndome cargo de mi infancia, de mi niña rota": Maya Zapata
¿Cómo logra una mujer el empoderamiento femenino?
Tampoco lo sé. Sé cómo lo he hecho yo y desde ahí podría hablar, desde mi propia experiencia que ojalá le sirva a alguien más, así como las experiencias ajenas me han servido para crecer.
Nací entre dos mundos. Uno privilegiado, el otro no. En uno me rechazaban por morena y pobre, y en el otro por güera y rica. Cada familia me percibía dependiendo de su privilegio o su carencia.
Fue difícil encontrar mi lugar. Fui criada por una madre soltera que me tuvo a los 15 años, es decir, una niña criando a otra niña, me crió con la violencia con la que ella fue educada a pesar de sus esfuerzos por no repetir el mismo patrón, y sin embargo, lo hizo mejor que mucha gente con mejor preparación y recursos.
Tengo un padre esquizofrénico que estuvo como pudo. Soy hija del abandono como muchos niños del mundo y una superviviente del abuso sexual en la infancia. Todas esas experiencias fueron profundamente dolorosas, pero gracias a ese dolor crecí, me hice más fuerte.
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Mi manera de reconectar con mi poder ha sido el autoconocimiento. Sanando mi dolor, entendiéndolo, haciéndome cargo de mi infancia, de mi niña rota. Haciéndome responsable de mi existencia y de los retos que implica vivir en las condiciones que nací. Dejando de lado el papel de la víctima y creando herramientas que me ayuden a responder mejor frente a mi propia historia.
Creo firmemente que sanar las heridas que resultan de nuestra historia es el mejor camino para construir una realidad más amable. Si somos capaces de crear un presente más satisfactorio, seremos capaces de replicarlo en nuestras relaciones con los demás. También creo que si los líderes de los movimientos sociales sanaran sus heridas, harían una mejor labor.
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¿Cuál sería el mensaje que le enviarías a los hombres machistas?
El problema no son los “hombres machistas” sino el patriarcado que no tiene género. El mensaje sería para quienes lean esto, sin importar el género al que se suscriban.
La razón de esta lucha es para continuar equilibrando las desigualdades que hemos heredado de nuestra cultura, así como nuestras prácticas patriarcales que nos hacen daño a mujeres y a hombres también.
Hemos logrado grandes avances a lo largo de la historia, aunque aún haya mucho trabajo por hacer, pero es importante mirar cómo el patriarcado también les ha impuesto roles disfrazados de “poder” a los hombres y los ha hecho esclavos de su propia masculinidad.
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Hoy son los malos del cuento y ¿a quién le gusta ser el malo del cuento? Por eso es importante incluirlos en esta lucha. No podemos sanar las heridas de una de las partes dejando de lado a la otra. Recordemos que el género originario que nos une a todos es: El Género Humano. Y es nuestra condición humana la creadora de nuestros peores vicios pero también de sus remedios.