La pasarela más esperada del año cumplió todas las expectativas de sus seguidores de Victoria’s Secret. Los ángeles volvieron a Nueva York, de donde salieron en 2014 para desfilar en Londres, en 2015 en París y en 2017 en Shanghái. Como el del año pasado en China, que dejó sin pisar la pasarela a más de una modelo: el país prohibió la entrada a Gigi Hadid, por ejemplo. Este año la estadounidense se ha desquitado en su país natal y desfilando (entre otras apariciones, con unas enormes alas de mariposa multicolor) junto de su hermana, Bella, y de una de sus mejores amigas, la también maniquí Kendall Jenner. El segundo significado del repliegue es más terrenal que angelical: hay que hacerse fuertes en casa. Victoria’s Secret ha perdido un 50% de su valor este año. La cosa no está para juegos. Horas antes del desfile, las modelos calentaban a través de las redes sociales con fotos de Instagram. Besos a la cámara y selfies grupales para demostrar que las supermodelos se llevan bien entre ellas (“Lily, te echo de menos”, le escribía Behati Prinsloo a su amiga Lily Aldridge, que este año se ha perdido el show por estar embarazada de su segundo hijo), que son más compañeras que competidoras. Risas en el backstage y abrazos con la cantante Rita Ora o la maquilladora del evento, Charlotte Tilbury, dejaban ver un pequeño gran cambio para los seguidores, siempre atentos al más mínimo detalle: este año el rosa de las batas se cambió por un negro cuajado de estrellas.
Victoria’s Secret en NY
Pero en el terreno de la pasarela, la cuestión económica no parece importar tanto. El despliegue ha sido inmenso; según la edición estadounidense de Harper’s Bazaar, el coste del desfile es de alrededor de 12 millones de dólares (10,6 millones de euros). Si bien no han cantado Lady Gaga o Taylor Swift, esta vez les ha tocado a Rita Ora —junto a la que caía el agua en grandes cascadas sobre el escenario del muelle 94, al oeste de la ciudad— o a Shawn Mendes. El canadiense tocó en la parte del desfile en la que se presentaron las creaciones de la diseñadora Mary Katrantzou, griega afincada en Londres y que desfila en la Semana de la Moda de esa ciudad. La pieza más valiosa, el Fantasy Bra lucido por Elsa Hosk, también ha mostrado su poderío: cuesta de un millón de dólares.