Por AFP @CARASmexico
A Isabel dos Santos la ha protegido su apellido durante mucho tiempo, pero desde que su padre dejó la presidencia de Angola en 2017, esta millonaria de 46 años se ha convertido en objetivo de la justicia, que le reprocha haber saqueado las arcas públicas para construir su propio imperio. Desde las revelaciones el domingo en los llamados “Luanda Leaks” sobre sus mecanismos para desviar miles de millones de dólares del dinero público de Angola, Dos Santos, que vivía desde hacía más de un año entre Londres, Dubái y Portugal, es la mujer más buscada por la justicia angoleña. La hija de Jose Eduardo dos Santos, quien dirigió el país durante casi cuatro décadas (1979-2017), está formalmente acusada en su país por una serie de delitos, desde fraude hasta blanqueo de dinero, pasando por abuso de bienes sociales y tráfico de influencias. “Pondremos todos los medios para traerla a Angola”, dijo el lunes el fiscal general de Angola. Dos Santos, a quien sus compatriotas llaman la “princesa”, desmintió estas acusaciones y denunció “mentiras” y una “caza de brujas”. Desde su primera inversión en un restaurante de lujo en la capital, Luanda, el origen de su fortuna siempre suscitó controversia. Los rivales de su padre y muchos observadores señalan que es un símbolo de nepotismo del régimen Dos Santos.
- Empresaria con éxito -
“Tengo visión para los negocios desde que soy muy joven. Vendía huevos de gallina con seis años”, explicaba la hija mayor del exmandatario angoleño. Isabel dos Santos nació en 1973 en Bakú, en Azerbaiyán soviético, donde su madre rusa y su padre estudiaban para ser ingenieros. En aquella época, este país acogía a los jóvenes líderes de los movimientos de liberación africanos. Tras el divorcio de sus padres, se instala en Londres con su madre, donde estudia ingeniería en el famoso King’s College. Isabel dos Santos vuelve a Angola en los años 1990. Tras crear su restaurante, empieza a abrirse paso al invertir en el primer operador de telefonía móvil de su país, Unitel. Desde entonces, no para, y en pocos años, crea todo un imperio. Sus inversiones no dejan de crecer, con sus participaciones en telefonía (Unitel y el gigante Nos en Portugal), en el sector bancario (BIC en Angola y BPI en Portugal), la distribución, los diamantes y los medios de comunicación. En 2013, le revista Forbes la llama “la primera mujer multimillonaria de África”. Su patrimonio se estima entonces en 3.300 millones de dólares.
- Boda por todo lo alto -
En 2002, se casa con el empresario danés de origen congoleño y coleccionista de arte Sindika Dokolo. Su boda en los jardines del Palacio Rosa, la sede presidencial en Luanda, habrían costado cuatro millones de dólares, según la prensa. Isabel dos Santos vive entonces entre Londres, Lisboa y Luanda, frecuenta a las élites de las finanzas y se codea con las estrellas del cine mundial en el Festival de Cannes. Pero su vida da un vuelco cuando su padre deja la presidencia en agosto de 2017 y entrega las riendas del país a su exministro de Defensa, Joao Lourenço, quien destituirá a todos los pesos pesados del antiguo régimen para asegurar su autoridad en el país. Isabel dos Santos pierde rápidamente su puesto a la cabeza de Sonangol, el poderoso grupo petrolero estatal. Su padre la había colocado en este puesto un año antes de abandonar el poder. Desde que congelaron todos sus haberes en Angola, Dos Santos, audaz políglota, multiplica sus declaraciones en medios y redes sociales para insistir que su fortuna se debe a su “inteligencia”, su “capacidad de trabajo” y su “perseverancia”, y no a su padre. Denuncia también un “ajuste de cuentas político” por parte del presidente Joao Lourenço. Es justamente en el terreno político que planea contraatacar. La semana pasada, Isabel dos Santos amenazó con presentarse a las elecciones presidenciales de 2022 en su país.