Fotos Einar González y Cortesía
Malix (que se pronuncia como Ma-lísh) es una palabra proveniente del sureste de México. Usada para catalogar a los perros como “sin raza” o “criollo”, nos evoca al estilo de comida de restaurante: como difícil de catalogar. Mexicano de nacimiento, pero con influencias de todas partes del mundo, cuenta siempre con una entrega excelente que nos replantea cómo comprendemos la cultura culinaria del país.
No es una tarea fácil el combinar los sabores típicos de nuestro México querido con técnicas internacionales, pero en Malix se hace tan fácil como nunca lo hubiéramos imaginado. Un menú dinámico se nos presenta al momento de cruzar las puertas y sentarnos en el comedor; platillos que son imprescindibles en el menú habitual, y otros tantos que entran efímeramente y se ajustan dependiendo de qué productos hay en temporada.
Su experiencia trabajando en Estados Unidos y Europa, y después de haber recorrido el mundo en busca de paraísos foodies, han traído al chef, Alonso Madrigal, de regreso a su país para plasmar todos sus conocimientos en la cocina.
El comensal solo puede esperar una suerte de mestizaje gastronómico diferente a cualquier cosa que haya probado en su vida. Gracias a sus raíces mexicanas, Alonso Madrigal amalgama un montón de técnicas, sabores e ingredientes ancestrales para crear un sinfín de combinaciones en sus platillos que se tergiversan y se reinventan para satisfacer a todo tipo de paladares.
“En el mundo de la cocina se dice que cuando has pasado por varios restaurantes de nivel, vas acumulando pedigree. Es justo algo que el Malix tiene, y es que no necesitas ningún tipo de educación culinaria para saber que tienes un platillo delicioso en frente”, menciona el chef.
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