“Ser mamá y trabajar se puede y se vale”
Columnista invitada: María Cristina Mieres Zimmermann
“La familia es mi motor” Suelo empezar mis mañanas sentada en el comedor de mi casa. Acompaño a desayunar a mi hijo chico antes de que se vaya a la escuela. A veces prefiere un huevo revuelto con jamón, otras una quesadilla. Con el paso del tiempo he logrado convencerlo de comer más saludable, aunque todavía hay ocasiones en los que regresa a su platillo favorito: galletas maría sumergidas en leche con chocolate, o “café”, como él le llama. Adquirió de mí el gusto por ellas, como yo lo hice de mi abuela. Supongo que así como se hereda el color de los ojos y el apellido, los hábitos también se pasan de generación en generación. De alguna manera, nos mantienen cerca de quienes ya no están con nosotros. De mi abuela aprendí muchas cosas. Entre ellas, a encontrar las mejores naranjas en el mercado de los domingos y a sopear las galletas en el café. Se tratan de lecciones que a simple vista parecen insignificantes, pero su esencia ha ido reafirmando en mi camino la importancia de la familia. Somos mosaicos de cada una de las personas que nos han amado. Por esto, nada tiene sentido sin ellas. Antes de ser abogadas, artistas, doctoras maestras y estudiantes, seremos siempre de acuerdo a nuestro plan de vida, madres o esposas o hijas, hermanas o ciudadanas. La familia es motor y refugio. Y contrario a lo que muchas veces crecemos pensando, no es algo que debe estar peleado con el ámbito laboral. No existe un manual con reglas a seguir sobre cómo ser una mamá multifacética. Pero de eso se trata la vida, de crear nuestro propio camino con lo que tengamos. De aventarnos aunque sintamos que no estamos listas. La importancia reside en aferrarte a tus valores, tomar las oportunidades, seguir lo que haga brincar al corazón, y ser tú, en todas las áreas de tu vida, ser siempre tú. Claro que hay días que no son color de rosa, porque estamos todos subidos a una montaña rusa. Ha habido altibajos, momentos en los que la vida parece no tener sentido y he pensado que no voy a poder con todo. Llantos, miedo, mucho miedo, errores y culpa por no hacer lo que se “debería”. Pero cuando actúas de manera correcta y con un propósito, todo pasa y se acomoda. Cerca de Dios cada complicación se convierte en inspiración para seguir adelante. A mis 45 años cuento con la gran fortuna de trabajar en lo que me apasiona, de liderear proyectos en diversos sectores, de ser madre de 3 maravillosas personas, de estar casada con un hombre increíble al cual amo, y quien es mi cómplice en absolutamente todo lo que hago, de tener a unos padres sanos que me impulsan, un hermano como amigo, una cuñada como hermana, cinco sobrinos como hijos, y amigas que valoro y quiero muchísimo. Sé que soy afortunada, y por eso estoy agradecida. Pero todas estas cosas maravillosas conllevan también una responsabilidad enorme, con los que trabajan conmigo, con el país, con mi familia, con quien me ha abierto las puertas, y conmigo misma. Te puede interesar: Este estudio asegura que los hijos de las mamás trabajadoras tienden a ser más exitosos Así como mi abuela, he conocido a lo largo de mi vida muchas personas exitosas, de trabajo arduo, entre ellas mis papás. Y cada vez que los veo a los ojos afirmo mi deseo de llegar algún día a ser también ejemplo para otros como ellos lo han sido para mí. A todas las mamás que juegan en sus vidas un papel multifacético, les quiero decir que las admiro. Cualquiera que sea su situación, no tiren la toalla, Dios no nos pone cosas en nuestros camino que no podamos llevar a cabo. Pongamos el corazón en todo lo que hagamos, porque somos capaces de eso y mucho más. Tenemos en nuestras manos la oportunidad de dejar una herencia de amor con el ejemplo. Pensemos, ¿qué mosaicos nos gustaría dejarle a cada una de las personas que tocamos con nuestro trabajo? Te puede interesar: LAS CARAS DEL EMPRENDIMIENTO: MARIANA RUBIO