Por Jorge Alférez
Todos conocemos a María Félix por su trayectoria, su actitud inquebrantable y por un sinfín de frases que la han vuelto inolvidable, pero detrás de aquella imagen de diva, hay una mujer, a quien este 8 de abril recordamos por su nacimiento y muerte, con mucha más historia que contar y un estilo para tener en cuenta.
Para 1942, fecha en que la Doña María Félix debutó en la pantalla grande, es difícil imaginarla como una mujer independiente, líder de opinión y referente para muchas. En aquel entonces y en el marco de la Segunda Guerra Mundial, la cual llegó a su fin en 1945, la imagen femenina solía ser un tanto restringida. La moda de esa época estaba fuertemente influida por el estilo militar, y se limitaba a los cortes estándar, de una o dos piezas y en tonos neutro.
Las faldas eran rectas y las siluetas geométricas. Las prendas en general eran bastante sencillas, no solían tener bolsillos, pliegues ni dobladillos. La discreción y limitación eran, sin duda, la descripción perfecta para la tendencia de aquella década. Años más tarde, al término de la guerra, los colores, los gráficos y la diversidad de cortes volvieron a las calles. Así conocimos los shorts, las faldas de tubo y el New Look de Christian Dior de 1947, el cual estilizaba la silueta al ensanchar los hombros, adelgazar la cintura y darle vuelo a las faldas, para recuperar la sensualidad y encanto femenino. En un contexto nacional, María Bonita, como también se le conocía, parecía ir contra las reglas, poniendo fin a los estereotipos que encasillaban a las mujeres de entonces. Desde su forma de actuar y de hablar.
Ella no solía callar ni mucho menos se limitaba por lo que los demás pudieran pensar. Así, sentó las bases para erradicar la idea de que la mujer debía ser sumisa y reservada. Lo mismo pasaba a la hora de vestir, lo que la llevó a convertirse en un referente de moda para todas. El atuendo establecido por las tendencias europeas, era característico de ella, y un parteaguas para la época.
Los cortes y diseños, acompañados de grandes accesorios, lograban que su imagen siempre fuera la de una mujer elegante, sensual y con mucha clase, aunque también se enfrentaba a los estereotipos, desde el simple hecho de llevar un pantalón en lugar de una falda o vestido, como lo hacía Coco Chanel desde la década de 1920, en Francia.
“Yo tengo corazón de hombre y por eso me ha ido tan bien”.
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