México en los años sesenta contaba con un panorama artístico abundante, como un canvas en blanco y enorme que ansiaba por ser intervenido, y en el que pocos pudieron dejar una huella. Entre estas figuras que marcaron un antes y un después se encontraba el prolífico diseñador, urbanista, museógrafo y arquitecto, Pedro Ramírez Vázquez.
Nacido en la Ciudad de México el 16 de abril de 1919, Ramírez Vázquez encontró un refugio en todo lo que se relacionaba con la estética. Su obsesión por la estructura, y la mezcla de lo visual y lo tangible, lo empujaron a egresar de la Universidad Nacional Autónoma de México como arquitecto. A pesar de trabajar en distintos despachos arquitectónicos y en sus propios proyectos, se dedicó a la cátedra en la misma UNAM, donde enseñaba sobre urbanismo a jóvenes que compartían su pasión.
A lo largo de sus primeros años como profesionista, se desarrolló en puestos de docencia y como servidor público. Posterior a esto, y durante el gobierno del presidente José López Portillo, Ramírez Vázquez se planteó la misión de fundar la Universidad Autónoma de México (UAM), para ayudar a la educación de nuestro país, que en aquel entonces se encontraba en un momento de quiebre con muchos universitarios en disgusto por las malas condiciones del sistema. Su labor fue tal, que después de fundar la universidad, se convirtió en el rector de dicha institución.
Su obra fue tomando relevancia entre la escena arquitectónica del país, llenando así el horizonte de la Ciudad de México con sus proyectos, entre los cuales destacan el Estadio Azteca, al sur, y el Museo Nacional de Antropología, al centro de la capital. El estilo de Ramírez Vázquez se basaba sencillamente en la experimentación. Sus fachadas imponentes con el concreto como protagonista y combinado con el valor social como misión dieron como resultado un lenguaje arquitectónico y estético irrepetible que marcó el inicio de una época. La necesidad por crear espacios para el desarrollo público lo llevaron a explorar la versatilidad de su imaginario, creando así recintos deportivos, de gobierno, culturales e incluso religiosos como la Basílica de Guadalupe.
Olímpicamente mexicano
Ramírez Vázquez no fue solamente el presidente del Comité Organizador de los Juegos Olímpicos en México 68, pues gracias a su inconfundible talento, diseñó la identidad visual de dicha edición. Colores y formas orgánicas inundaron el mundo representando a México.
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