Por María del Mar Barrientos
Plantel Matilde es el nuevo proyecto creativo del artista Javier Marín , un lugar que además de un fin artístico tiene un proyecto social que ayuda a la comunidad de Sac Chich, en Yucatán.
Si algo nos ha enseñado esta pandemia es a regresar a nuestros orígenes, voltear a ver a la naturaleza y a entender que todos y cada uno de nosotros formamos parte de una misma comunidad. Todo esto lo tiene muy claro el artista originario de Michoacán, Javier Marín, quien a través de su espectacular e imponente proyecto Plantel Matilde, en Yucatán, está íntimamente relacionado con ambas premisas: estar cerca del medio ambiente y realizar, mediante este espacio, un trascendente trabajo social.
Plantel Matilde
Surge de la necesidad de Javier por encontrar un estudio alternativo que le ofreciera la posibilidad de contemplar a la naturaleza y de trabajar con estructuras que tuvieran un gran espacio.
“Con Plantel Matilde hice mi ópera prima como arquitecto. Aunque crecí realizando muñequitos de plastilina y dibujando, también viví entre maquetas y planos”, menciona el artista, ya que su padre y su hermano compartían la profesión de la arquitectura. Y fue precisamente con su hermano Arcadio, con quien inició esta increíble propuesta. “Arcadio se comprometió de lleno al proyecto, se fue a Yucatán para ayudar en los detalles y fueron sesiones muy lindas de trabajo. Fue muy enriquecedor trabajar juntos y me adentré un poco más al mundo de la arquitectura”, comparte Marín. Para Javier, crear y construir desde la libertad del artista fue un absoluto placer, ya que no tenía que complacer a nadie. Plantel Matilde es una especie de traje hecho a la medida de su creador, con los espacios exactos y perfectos que necesita para trabajar. Y así fue como hace poco más de dos años, encontró este sitio en la localidad de Sac Chich, municipio de Acanceh, en Yucatán. Era una hacienda henequenera que estaba divida en planteles, y el proyecto que adquirió el artista respondía al nombre de Plantel Matilde, por lo que lo quiso dejar tal cual era originalmente.
“Es extraño el tema de hacer este lugar en Yucatán, porque se supone que debería de jalar más hacia mi tierra, Michoacán. Pero me reencontré en esta zona y estado por diversas razones y descubrí que es una maravilla, su riqueza es impresionante y por alguna razón se ha mantenido alejado de los desarrolladores. Vi una posibilidad increíble de hacer aquí un espacio para poder salirme de la realidad y la ciudad”, confiesa. Desde las antiguas haciendas abandonadas, pasando por las zonas arqueológicas y terminando en los cenotes, este suelo terminó por convencer a Marín de crear aquí su nuevo santuario de trabajo. Descubre el artículo completo en la edición impresa y digital CARAS ABRIL