El artista mexicano contemporáneo con mayor proyección internacional, cuya obra se ha exhibido en el MoMA, el Pompidou y la Tate, coordina el proyecto cultural de Chapultepec por invitación del Presidente.
Era diciembre de 2009, en el último piso del Museo de Arte Moderno (MoMA) en Nueva York, la curadora Ann Temkin pre- sentaba públicamente la retrospectiva del artista mexicano Gabriel Orozco (Xalapa, 1962) y lanzaba al público una pregunta que, con insistencia, había escuchado en las semanas previas a la inauguración: “¿Por qué el MoMA hace una exposición de Gabriel Orozco?”. Con humor, la curadora de pintura y escultura del MoMA respondía: “Porque me gusta la obra de Orozco”, pero al profundizar en el tema, explicaba que Orozco “era uno de los mayores representantes de la última generación de artistas del siglo XX, que en su conjunto redefinieron los conceptos que teníamos del arte y, en particular, de la escultura.
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La obra que vemos en esta muestra está verdaderamente conectada con la vida cotidiana. No es como el minimalismo que trataba de ser por completo puro y se movía solo en el vacío, sino que se relaciona con todo lo que implica los hábitos ordinarios de todos los días”.
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La exhibición en el MoMA representó en muchos sentidos la consagración del artista mexicano, ya que la muestra no solo lo emparentaba con otros dos connacionales que han logrado una individual en dicho recinto, Diego Rivera (1931) y Manuel Álvarez Bravo (1997), sino que además llevaría la obra de Orozco a una itineraria envidiable.
Durante 2010 y 2011 la exposición viajaría al Kunstmuseum de Basilea, al Musée National d’Art moderne, Centre Georges Pompidou de París y a la Tate Modern de Londres. Un “tour soñado”, diría en su momento el artista, el cual le permitiría tener presencia en los museos más influyentes alrededor del mundo, a sus más de 20 años de carrera artística. Asimismo, el circuito global es un espacio que ya para entonces conocía perfectamente el gran creador mexicano.
La obra de Orozco se había exhibido en varias ocasiones en la Bienal de Venecia, el mayor encuentro de arte internacional, donde incluso tuvo en 2003 una participación como curador y fue la marquesina en la cual mostró, en 1993, su polémica “Caja de zapatos vacía”. Pero si hablamos de bienales y trienales, Orozco ha estado prácticamente en todas: Kassel, Berlín, Sharjah, Sao Paulo y La Habana, por mencionar algunas.
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UN ARTISTA ICÓNICO
Desde inicios de los años 90, Orozco ha creado piezas que con los años se han vuelto emblemáticas del arte contemporáneo. Como lo señalaba Temkin, el artista mexicano se volvió uno de los renovadores de la escultura a escala internacional. Piezas como la “DS”, un auto recortado y reensamblado; “Piedra que cede”, una escultura plastificada que tiene el mismo peso que el artista; “Mis manos son mi corazón”, una pieza hecha con la presión de sus manos en un pedazo de barro de ladrillo; o la ya referida “Caja de zapatos vacía”, le abrieron las puertas de las principales salas de la escena global y la buena crítica lo ha acompañado desde hace casi tres décadas.
En México, la obra de Orozco empezó a conocerse en el año 2000, cuando el Museo Tamayo presentó su primera muestra retrospectiva, la cual se había exhibido originalmente en Los Angeles County Museum of Art (LACMA), un primer encuentro que permitiría al público mexicano apreciar con solvencia el repertorio más sólido de la producción del artista, justo la que realizó durante la década de 1990.
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Pero el momento en el que tuvo una mayor circulación nacional fue en el año 2006 cuando el Museo del Palacio de Bellas Artes abrió prácticamente todas sus salas a la obra del artista veracruzano, y su nombre ocupó las planas de revistas y diarios nacionales. Sobre todo porque ese mismo año Orozco inauguró en la Biblioteca Vasconcelos la escultura “Matrix Móvil”, un esqueleto de ballena dibujado con grafito, que fue comisionada por el gobierno del entonces presidente Vicente Fox y que desde entonces se encuentra suspendido en el corazón del recinto de Buenavista.
En 2017 el autor dio a conocer en México una de sus obras más polémicas y mediáticas, el “Oroxxo”, una réplica de estas tiendas de conveniencia en la galería Kurimanzutto, donde algunos de los productos eran intervenidos con la emblemática imagen de su serie “Atomistas” que Orozco ha reproducido desde hace tres décadas como su sello personal, lo mismo en boletos de avión que en pinturas de gran formato.
EL GRAN PROYECTO
El 2 de abril de 2019, el presidente Andrés Manuel Ló- pez Obrador anunció que sería Orozco el encargado de coordinar el importante proyecto del Complejo Cultural del Bosque de Chapultepec, dicha obra es priorita- ria para el gobierno federal y se estructura a partir de Nodos de Artes Escénicas y Artes Visuales, para “mostrar el poder de la cultura para proteger el patrimonio biocultural y la biodiversidad”.
De acuerdo con las autoridades, “más que infraestructuras nuevas, este proyecto piensa en el rescate, potenciación y difusión de lo ya existente, pero también se trata de poder conectar y hacer fácil el tránsito entre sus cuatro secciones”.
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Chapultepec, aseguran, tiene 800 hectáreas de superficie y esto lo vuelve uno de los complejos culturales más grandes del mundo. Según los promotores es un espacio para tomar consciencia de la necesidad de justicia social entre los seres humanos y de respeto a las distintas especies naturales.
El proyecto propuesto por Gabriel Orozco plantea, además del desarrollo de nuevos espacios culturales, la rehabilitación, modernización, interconexión y difusión de los recintos que ya se encuentran en este emblemático lugar, entre los que están el Museo de Arte Moderno, el Museo de Arte Contemporáneo Rufino Tamayo y la Sala de Arte Público Siqueiros.
Resulta obvio decir que, de concretarse, el Complejo Cultural del Bosque de Chapultepec marcará la presencia de Orozco en México. Anteriormente, proyectos de la envergadura de Chapultepec solo se han comisionado a artistas como Diego Rivera, Rufino Tamayo o Francisco Toledo.