Alfonso de Borbón: muerte del infante un Jueves Santo de 1956 y sus consecuencias en la familia real; especialmente para el rey Juan Carlos. Fue una Semana Santa de 1956 cuando el infante Alfonso había acudido a misa en la iglesia de San Antonio de Estoril con sus padres y sus tres hermanos. Don Juan de Borbón y doña María de las Mercedes; el príncipe Juan Carlos y las infantas Pilar y Margarita. Eran tiempos de exilio y esta parte de la familia real de España se resguardaba en Portugal. Al término del evento religioso, de vuelta a su entonces casa, Don Juan y su hermano hacían tiempo para la cena entrenando su tiro al blanco en un gimnasio del inmueble. La historia cuenta que días antes le habían regalado una pistola “casi de juguete” a Alfonso. Luca de Tena, escritor y dueño del diario ABC lo narra así:
«El infante, imprudente, comenzó a manipularla mientras don Juan Carlos se acercó para advertirle de que tuviera cuidado. Pero cuando llegó, ya era tarde. El arma se había disparado y una bala pequeña, casi como un perdigón, se incrustó entre las cejas del joven y salió por el occipital».
Sin embargo, otras crónicas —con base en diferentes testimonios— aseguran que su mismo hermano, Juan Carlos, era quien sujetaba la pistola. La muerte de Alfonso de Borbón y Borbón-Dos Sicilias conmocionó a todos y, de acuerdo con el ABC, tanto Franco como el ministro de asuntos exteriores enviaron el pésame a los Condes de Barcelona. No obstante. ésta fue una noticia silenciada, puesto que el dictador de España mantenía a la familia real lejos del país en todo sentido, sin foco alguno. Asimismo, la prensa portuguesa, sometida a la dictadura del general Salazar, calló ante el misterio.
Reacciones de la familia
La madre del Infante, María de las Mercedes, Condesa de Barcelona, se encontraba en una habitación contigua. Escuchó el disparo. «Aquel día se me paró la vida», contó alguna vez, destrozada por la responsabilidad de haber dejado a sus hijos jugar con una pistola en un día lluvioso de marzo. Cuentan que el Conde, Don Juan, acudió rápidamente a los gritos de auxilio de su hijo mayor —Juan Carlos— pero nada pudo hacer. Intentando taponear las heridas para intentar frenar la hemorragia de su hijo menor, éste falleció casi al instante. Se cuenta también que tan pronto fue posible, se avisó a Victoria Eugenia de Battenberg, abuela del infante y Reina de España. Ella cayó enferma de la impresión por días y adquirió una herida sin posibilidad de sanar. Para el rey Juan Carlos, este suceso marcó su vida con un doloroso recuerdo y una tragedia por la que se especuló su culpabilidad por largo tiempo. Incluso hasta el día de hoy.