La vida de Delphine Böel, hija del exrey de los belgas Alberto II, renace con la pintura, un gusto que adquirió desde pequeña y que fue su refugio para ‘hacer el dolor tolerable’.
El exrey de los belgas Alberto II admitió, forzado, que era su padre, una decisión que “cambió la vida” de Delphine Boël tras años de sufrimiento y una larga batalla judicial por ser reconocida.
La artista plástica de 52 años, que se prodiga poco en la prensa, habló con la AFP con motivo de una exposición retrospectiva en una galería de arte de Knokke, un balneario exclusivo en la costa belga.
La entrevista tiene lugar unas semanas antes de la cita prevista, el 10 de septiembre, en el Tribunal de Casación de Bruselas, que debe fallar sobre las consecuencias legales de este reconocimiento como cuarto descendiente del antiguo soberano (1993-2013) de 86 años.
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La decisión del 27 de enero “cambió realmente mi vida”, dice Delphine Boël en inglés. Esta rubia esbelta de ojos claros se presenta como “anglobelga” y quiere ser entrevistada en la lengua de Shakespeare.
“Primero, sentí que me tomaban en serio, por fin fui escuchada. Y después encontré extraordinario que la justicia pueda dar esperanza a todos los que buscan su identidad”, agrega.
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Ese día de fines de enero, Alberto II admitió que era el “padre biológico”, ante la evidencia de un test de ADN al que le obligó la justicia el año anterior en lo que pareció una telenovela con múltiples aristas.
Desde 1999, año de la revelación por un periodista de la existencia de esta hija oculta, nacida de una larga relación con la baronesa Sibylle de Sélys Longchamps, el marido de la reina Paola siempre había negado dicha paternidad pese a que había estado en contacto con su hija cuando era pequeña.
Fue una victoria para Boël pese a que “nada curará la herida afectiva”, subrayó su abogado Marc Uyttendaele.
- “Enemiga de la monarquía” -
Como “remedio para hacer el dolor tolerable”, Delphine Boël empezó a apasionarse desde muy joven por el dibujo, cuenta.
En Londres, adonde siguió a su madre y pasó toda su juventud a partir de los 8 años, Delphine (firma sus obras solo con el nombre de pila) siguió los cursos de la Escuela de Arte de Chelsea donde se diplomó a los 23 años, en 1991.
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Para esta exposición titulada “Actitud”, abierta al público hasta el 13 de septiembre, la artista recuperó los escritos íntimos de uno de los periodos más negros de su vida, hace cinco años, cuando la justicia belga le infligió un revés y le hizo dudar de su combate por ser reconocida.
Los ha vertido en cuadros de gran formato. Las frases en letras grandes hablan de “vergüenza” o “culpabilidad” en un fondo oscuro junto a obras abstractas con colores vivos con palabras como “esperanza”, “amor”, “sé fuerte”. La prueba de que “la tristeza puede ser feliz”, dice la artista.
En voz baja, Delphine Boël asegura que su exposición mediática ha sido difícil de vivir tanto para ella como para su familia.
“Mi reputación era vergonzosa, era la ropa sucia de Alberto II”, confiesa.
“Constantemente me trataron como si fuera una enemiga de la monarquía acusada de querer demoler esta institución. Realmente sufrí mucho porque no es cierto, siempre he sido monárquica”, dice.
La batalla ante los tribunales contra Alberto II empezó en 2013 tras el fracaso de un intento de reconciliación. Es el año en que el entonces soberano abdicó y transmitió la corona a su hijo Felipe, actual rey de los belgas.
Hoy Delphine Boël dice estar “orgullosa” de una batalla realizada tanto por ella misma como por sus dos hijos de 16 y 12 años, que tenían que conocer también “su historia”.
“En el colegio, les han preguntado más de una vez si estaban seguros de que su madre no se había inventado todo esto (...) si estaba bien de la cabeza. Realmente estoy muy contenta de que nadie les pueda volver a decir algo así", concluye.