El rey Enrique VIII tuvo que lidiar con algo parecido en la Inglaterra del Siglo XV, una “gripa extraña” cuyas coincidencias con la enfermedad del Covid-19 son muchas…
Sabemos que Europa fue azotada por la enfermedad de la Peste Negra en 1347, que llegó de Asia a través de la Ruta de la Seda y que volvió como en el Renacimiento y hasta el Romanticismo con distintos brotes (entre los Siglos XVI y XIX); además, persistieron la lepra, la tisis, la tifo, la viruela y sífilis como las principales enfermedades que le quitaron la vida a millones de personas. Pero durante siglos quedó en el olvido “el sudor anglicus”, un extraño mal bronquial que apareció y se desvaneció con la misma rapidez, sin llegar nunca a conocer su origen o su cura.
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La epidemia de los Tudor
Corría el año de 1485 cuando el conde de Richmond, Enrique Tudor, venció al rey Ricardo III en la famosa Batalla de Bosworth en Gales y lo derrocó del trono para convertirse en Enrique VII, el fundador de la dinastía real más famosa y polémica de Inglaterra: Los Tudor. Solo que el nuevo subió al trono con un “detallito”: contrató a mercenarios europeos para librar dicha batalla que desfilaron con Tudor por varias ciudades: Schrewsbury, Lichfield, Leicester y Londres y se cree que ellos fueron quienes llevaron la enfermedad a tierras británicas.
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Dificultad respiratoria, fiebre y letargo
Si bien la Europa medieval era un foco de insalubridad e infecciones en las grandes urbes a falta de agua potable, drenaje e higiene –por lo que cualquier enfermedad encontraba cultivo en sus calles– el problema del “sudor anglicus” fue que no era una enfermedad asociada a la pobreza, al contrario, afectaba más a los jóvenes nobles. Los primeros casos surgieron el 19 de septiembre de 1485. El cuadro era: catarro con alta fiebre, dificultad para respirar, extremo cansancio y alucinaciones acompañadas de un excesivo sudor que era el síntoma persistente para diagnosticar la enfermedad. En menos de 24 horas la víctima quedaba en coma y finalmente fallecía.
Los ingleses lo llamaban “sudor miliar”, pero los centroeuropeos le pusieron “el Sudor Inglés”, de forma despectiva por haberse originado en este país, tal como Trump llama al Coronavirus “el virus chino” o los franceses llamaron a la Influenza AH1N1 del 2009 “la gripe mexicana”.
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Los datos del primer brote son brutales: en la primera semana murieron 15 mil personas, “entre ellas el alcalde, su sucesor y seis concejales, la epidemia obligó a interrumpir los actos de bienvenida para el nuevo rey (Enrique VII) que no pudo coronarse hasta el 30 de octubre. Provocó una estampida general de profesores y estudiantes de la Universidad de Oxford, que estuvo cerrada por seis semanas por el deceso de numerosos miembros de su comunidad”, tal como lo señala el científico Charles Volcy en su estudio sobre “El sudor inglés”, presentado en la Universidad de Medellín, Colombia en 20
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Sin cura y con tapabocas
No había cura, pero los médicos de la época intentaban drenar la sangre “infectada” con incisiones. El sudor era fétido y recomendaban al consumo exagerado de agua, algunos recetaban remedios herbolarios, pero “no hay evidencia de que esto funcionara”, cita el investigador. Las medidas preventivas eran tomar distancia de los enfermos; enterrar de inmediato a los muertos sin pompas fúnebres y utilizar tapabocas improvisados que elaboraban con telas pesadas como el terciopelo, así como quemar las sábanas, ropa y objetos personales del infectado. ¿Suena familiar?
Segunda y tercera oleadas
Fue en el verano de 1508 y duró apenas tres meses con una menor incidencia de casos y muertes. Chester fue la ciudad más castigada con 91 fallecidos en un fin de semana predominantemente del sexo masculino. Ahora los síntomas eran más violentos: una fiebre insoportable “que mataba al paciente en un transcurso de tres a cuatro horas”, señala el médico Norman Forrestier citado en el libro “Life in Tudor Palace” de Cristopher Gildow.
“Durante 60 años “el sudor inglés” tuvo cinco rebrotes violentos, que llegaban con la misma rapidez con la que desaparecían. El último fue en 1551 y no dejó rastro ni siquiera para conocer su origen o tratamiento”
Se dio de nuevo en julio y se extendió hasta diciembre de 1517. Se contabilizaron 10 mil fallecidos en Londres en dos semanas, entre ellos varios miembros de la Corte del nuevo rey, el infame Enrique VIII (el de las seis esposas, tres de ellas decapitadas) quien había subido al trono en 1509. Se le atribuye a Tomás Moro, el canciller y abogado del rey la siguiente frase: ''era más seguro estar en el campo de batalla que en la ciudad’’. Otra más acuñada por los plebeyos era: ''alegres al almuerzo, muertos a la cena’’, refiriéndose a las comilonas de los nobles. Por cierto que Enrique VIII ascendió a Rey porque su hermano Arturo, el príncipe de Gales, falleció el 2 de abril de 1502 y muchos historiadores coinciden en que fue a causa de sudor anglicus, lo cual fortalece la teoría de que se trataba de un virus latente con altos picos por temporadas.
Ana Bolena lo padeció
En uno de estos picos, Enrique VIII tomó la decisión de cerrar las puertas del castillo de Hampton donde estaba la corte y ordenar toque de queda a los nobles londinenses. Funcionó: solo se confirmaron 40 mil casos en Londres de los cuales se registraron 2 mil decesos. En aquel otoño el Rey estaba en juicio con El Vaticano para divorciarse de la reina Catherine de Aragón y poder desposar a la famosa Ana Bolena, crisis diplomática que dio lugar a la fundación de la Iglesia de Inglaterra con el Rey como cabeza por lo que pasó a la historia.
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Aparte de posponer el asunto, Bolena se había contagiado. Milagrosamente se salvó, quizás por su juventud o su fuerte sistema inmune, como sucede con la mayoría de los casos de Covid19 en la actualidad. Parte de esto se puede ver en la serie de Showtime “Los Tudor” de 2005, protagonizada por Jonathan Rhys-Meyer. Si bien se registró una oleada en Centro Europa que atacó principalmente a Hamburgo en agosto de 1529, para octubre de ese año ya habían cesado los contagios.
Y luego se esfumó…
El quinto y último brote surgió en abril de 1551 y culminó en julio de ese mismo año con una mutación que la hacía más letal: las muertes acaecían en cuestión de dos con un cuadro muy específico, detallado por el médico personal de la corte imperial de Enrique VIII, el doctor Butts, de acuerdo a Cristopher Gildow en su libro Life in Tudor Palace (“La vida en el Palacio de los Tudor”). ''Primero presenta dolor de espalda o en el hombro, seguido de dolor en las extremidades. Segundo: dolor en el hígado y cerca al estómago. Tercero: dolor incesante de cabeza y locura (alucinaciones o depresión). Cuarto: pasión en el corazón (fiebre y palpitaciones). Quinto: profunda pesadez y deseo de dormir’’.
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Herejía, astrología y medio ambiente…
Durante casi un siglo de brotes se intentó encontrar una explicación: los católicos decían que era culpa de Enrique VIII por desafiar a Dios; los herejes culpaban a los astros y a las brujas, pero los epidemiólogos del Siglo XIX lanzaron la hipótesis de que fue por: ¡cambio climático! “Rochoux hizo recaer la causa del sudor en el consumo de alimentos de mala calidad y en la respiración de un aire viciado, cargado de emanaciones malsanas y procedente de aguas pútridas; Creighton responsabilizó a un veneno proveniente del suelo de Normandía, activado por los movimientos del agua del subsuelo y los cambios climáticos. Una de las teorías actuales señala que pudo ser Hantavirus (excremento de roedor)”, señala Charles Volcy. La realidad es que nunca se supo si “el sudor inglés” o “maldición de los Tudor” fue una bacteria o un virus ni su etiología y quizás nunca se sepa.