Los hijos de Felipe de Edimburgo no pueden negar que tuvieron un padre cariñoso, aunque enérgico. A pesar de su apariencia siempre rígida, estas fotos demuestran el amor y cercanía que el duque sentía por ellos. De entre los muchos sacrificios que tuvo que realizar el Duque —entre ellos renunciar a su propio apellido y familia en Grecia—, se sabe que hubo uno que realmente lo irritó y dejó un profundo pesar. «Soy el único hombre en el país al que no se le permite dar su nombre a sus hijos», dijo alguna vez. Y es que sabemos que el gabinete de Winston Churchill presionó a la reina para dar su aprobación formal a una proclamación en abril de 1952, donde se estipulaba que tanto ella como sus descendientes «deberían seguir llevando el apellido de Windsor». Ella llevaba este nombre adoptado bajo la proclamación de 1917 por George V para reemplazar al alemán Sajonia-Coburgo-Gotha. Éste era un sello que no cubría a sus descendientes y, en teoría, debió adoptar el de su marido. Y Felipe, un Mountbatten —una versión inglesa del apellido Battenberg de su madre— simplemente no agradaba a los conservadores más orgullosos de Reino Unido. Sin embargo, nada de esto pudo mermar el amor que el príncipe sentía hacia sus hijos. Por supuesto que no. Los álbumes familiares son muestra de ello, que lo muestran siempre como un padre joven, enérgico y entusiasta.