Por Gabriella Morales-Casas, #ELPRINCIPADO En la entrega anterior repasamos a la dinastía de Trastámara, que es considerada la gran dinastía imperial de España en la era moderna. Descubrimos cómo el matrimonio de Juana “La Loca” con Felipe “El Hermoso” dio lugar a la dinastía real de los Austrias (los culpables de la endogamia en la familia real española) y posteriormente a la llegada de las dos ramas de los Borbones, y su historia continua. Justo cuando subió al trono estalló la Revolución Francesa, que acabó con la monarquía en Francia, incluyendo la violenta decapitación de Luis XVI, lo cual afectaba a sus primos, los borbones españoles. Las ideas republicanas se colaron a toda Europa y presa del pánico, Carlos IV dejó todo en manos de su Secretario de Estado Manuel Godoy. Ese fue el motivo por el que su hijo Fernando, príncipe de Austrias se rebeló contra su papá en 1798 en “La conspiración de Aranjuez” y le arrebató el trono. Carlos IV, su esposa y Godoy huyeron a Francia a pedir apoyo a Napoleón I (paradójico que tras la instauración de la República el general militar se volviera emperador); ¡inclusive pidieron la muerte de su hijo! Pero Bonaparte se negó y les puso una condición más lucrativa…
¡Viva México y qué viva Fernando VII!
A cambio de protección y una buena vida subsidiada, Carlos IV le cedió sus derechos dinásticos a José Bonaparte, conocido como Pepe Botella –porque era alcohólico, en su “honor” el brandy Tio Pepe se llama así– con tal no dejar a su hijo de rey. Para lograrlo, Napoleón Bonaparte invitó a Fernando VII a negociar una tregua, pero al cruzar la frontera quedó aprisionado. Ambos reyes estaban exiliados. Por esta trampa Fernando VII consiguió la simpatía de sus súbditos –ojo, esto incluía a los de la Nueva España, que enviaban dinero para el rey– y se ganó el apodo de “El deseado”. El pueblo se levantó en armas contra los Bonaparte en la famosa guerra del 2 de mayo de 1808 –un famosísimo y escalofriante cuadro de Goya conmemora la fecha– y la junta de gobierno español lo restituyó como Rey en ausencia, en 1810. ¿Les suena este año?
Ante la inestabilidad en España inició el movimiento independentista en varias colonias, específicamente en la más rica: La Nueva España, o sea, México. Está muy bien documentado por los historiadores modernos que el cura Hidalgo, libertador de nuestra nación, gritó: ¡Abajo el mal gobierno y Viva Fernando VII! Carlos IV nunca volvió a España. Pero siendo rey en México fue colocada en el Zócalo su estatua, conocida popularmente como “El caballito”, obra de Manuel Tolsá, una escultura en bronce que hoy se halla en la entrada del Museo Nacional de Arte en el Centro Histórico (MUNAL). Fue el último rey de la Nueva España.
Mientras tanto, Fernando VII regresó triunfante a Madrid en 1814, pero decepcionó a toda España al establecer una monarquía absolutista y un reino turbulento a todos los niveles, que incluyó la pérdida de todas las colonias americanas (bueno para nosotros, malo para ellos).
La reina ninfómana y despilfarradora
La sucesión de Fernando VII provocó una Guerra Civil Española (la que conocemos en el Siglo XX fue la cuarta), Isabel II fue proclamada reina a los tres años. Su madre María Cristina tuvo que ser la regente y por 18 años hubo paz y cierto orden en España. El problema fue que al llegar a la mayoría de edad Isabel resultó un desastre… Los registros históricos de España la registran como fiestera, manirrota manipulable y desinteresada en la política, además de ninfómana, esta información nunca se ha demostrado y al parecer era una fragua de desprestigio, existen hasta pinturas orgiásticas de la reina); lo que sí se ha demostrado es la corrupción y tráfico de influencias de su reino, quizás el más sobornable de España… Bueno, Juan Carlos I quizás le haga la competencia. Con tales credenciales fue fácil removerla del trono durante Revolución progresista conocida como “La Gloriosa”, que instauró la primera República Española, así que la reina tuvo que huir con su familia a París. El colmo fue que en el inter los carlistas pusieron a un rey italiano para manipularlo: Amadeo I, el efímero reinado de la casa de Saboya. Hablamos de 1870. Alfonso, hijo de Isabel, era educado en las más prestigiadas instituciones europeas por medio de becas (porque no tenían dinero, según consta en su correspondencia familiar), entre ellas la academia militar de Sandhurst –esa en la que se entrenaron los príncipes Windsor William y Harry. Ahí lo prepararon para presentarse ante su pueblo e intentar recuperar su Corona.
Alfonso XII
En medio del caos y la seguridad en sí mismo que mostró el joven príncipe, el consejo de ministros reinstauró la monarquía con Alfonso XI (su estatua es la que reposa sobre las columnas de la Fuente del Retiro, en Madrid). El reinado prometía y comenzaba a dar muestras de firmeza y claridad económica cuando el rey murió repentinamente de tuberculosis a los 27 años, en Madrid. Vaya tragedia. Alfonso XII se había casado dos veces: una con la duquesa de Orleans y luego con María Cristina de Habsburgo, recuperando la rama de los Austrias y uniéndola con la de los Borbones. Lástima que su hijo póstumo Alfonso XIII –proclamado rey al nacer– no heredó los buenos genes de ambas ramas reales.
El hijo póstumo, Alfonso III
La mala estampa de los Borbones la forjó él: Alfonso XIII colocó como Presidente del Consejo de Ministros al militar Miguel Primo de Rivera, quien impuso políticas que derivaron en una dictadura (sí, la de Franco no fue la primera), de 1923 a 1931 con “la bendición” del rey. Le explotaron en la cara la independencia de Cataluña, después la sangrienta la Guerra del Rif (una larga batalla con Marruecos que tuvo secuelas hasta bien entrado el Siglo XX) y se enfrascó en batallas con los Estados Unidos.
Al caer Primo de Rivera el nuevo Ministro Juan Bautista Aznar Cabañas (tío abuelo del presidente José María Aznar, 1996 - 2004) convocara a un plebiscito disfrazado de “elecciones municipales” en 1931, para elegir entre la Monarquía o la República. Y ganó la segunda. Básicamente, el rey acabó con la monarquía él solo. Alfonso XIII se exilió a Roma con toda su familia, desde allá apoyó la causa de Francisco Franco, quien había sido su general principal durante la guerra de Marruecos. Al rey le sobraba dinero porque protegió sus cuentas en Suiza y Francia (igual que Juan Carlos I lo haría después), se paseaba por Londres e a las galas europea, muy confiado en que Franco iba a restaurarlo en el trono. Por cierto, de estos años de hedonismo, se registra la creación del coctel “Alfonso XIII”. La leyenda cuenta que en el hotel Montecarlo de Paris el rey acudía y solicitaba un coctel con base de Dubonnet, que el bartender bautizó en su honor.
Pero cuando la última Guerra Civil culminó en 1939 y se instauró la Segunda República (en realidad era la cuarta, pero así se llama oficialmente) Franco lo desconoció como rey. Alfonso XIII es el abuelo de Juan Carlos I. No te pierdas el siguiente capítulo en la historia de los Borbones, la travesía de Don Juan y “Juanito”.