La nueva mansión de los duques de Sussex todavía no se ajusta por completo a sus gustos y ahora se estarían preparando para hacerle una remodelación.
Hace varias semanas que los duques de Sussex se mudaron de Los Ángeles a Santa Bárbara para instalarse en una nueva mansión valorada en más de diez millones de dólares sobre la que apenas han trascendido detalles por expreso deseo de la pareja, que espera convertirla en su hogar familiar y en un santuario donde escapar de los paparazzi.
Pese a que el príncipe Harry y su esposa Meghan Markle habrían elegido la propiedad precisamente por la privacidad que les ofrecería, parece que todavía no se ajusta por completo a sus gustos y ahora se estarían preparando para hacerle un lavado de cara, al menos en lo que respecta a la decoración interior.
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La última aparición pública que ha realizado el hijo menor del príncipe Carlos ha sido por medio de una videollamada para hablar con varios atletas que participaron en los Juegos Invictus y que han formado un equipo para competir en el evento deportivo para personas con discapacidades ‘At Home Superhero Tri’.
Harry estuvo charlando con ellos desde una de las habitaciones de su nueva casa y, aunque de fondo solo se podía ver un alacena de color blanco, en el trozo de pared que quedaba a la vista al lado de ese mueble había varios cuadrados de distintos colores que parecían muestras de pintura, como las que se usan para decidirse por un tono u otro.
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Cabe recordar que, antes de instalarse en su primera residencial oficial en Reino Unido, el matrimonio llevó a cabo una extensa reforma en Frogmore Cottage que dio mucho que hablar por las comodidades -excesivas, en opinión de algunos- de las que habrían querido dotar a esa casa de campo situada en el corazón de los terrenos que rodean el castillo de Windsor.
Al final, el palacio de Buckingham acabó saliendo al paso para aclarar que las obras no se habían financiado exclusivamente con los impuestos de los contribuyentes, o lo que es lo mismo, el fondo que la reina Isabel II -abuela de Harry- recibe del gobierno británico.
Según explicaron entonces, los trabajos estructurales sí se pagaron con dinero de la corona, pero el coste de los muebles, la decoración o las ampliaciones y mejoras que no era “de primera necesidad” salió del bolsillo de los entonces recién casados.