Carlos y Diana que no se querían casar, el vestido se ensució y hubo una pajecita llorona. Estos fueron los pequeños dramas de la que se fue llamada “la boda del siglo” en 1981.
El príncipe Carlos, heredero al trono británico se iba a casar con una hermosa señorita de la nobleza, Lady Diana Spencer, una angelical maestra de kínder de tan solo 19 años.
“La boda del siglo”, le llamaron en el mundo entero al espectacular despliegue de grandeza real, con un “pasteloso” vestido ochentero como protagonista… Ah, pero detrás del glamour estaban las lágrimas.
Ya es muy tarde para arrepentirse…
“Unos días antes estaba comiendo con mis hermanas y les dije: ‘no me quiero casar, no quiero hacer esto, es impensable”, dijo Diana de propia voz en las cintas grabadas por Andrew Morton que dan lugar al documental Diana in her own Words (National Geographic, 2019, disponible en Netflix).
Relacionadas: 10 datos que no sabías de la boda de Lady Di y el príncipe Carlos
“La respuesta de mis hermanas fue: pues qué lástima, “Duch”, porque tu carota ya está en los juegos de té de toda Inglaterra, ya es tarde para que te escapes como gallina”.
El día de la boda, 29 de julio de 1981, Diana y su padre, el conde Spencer, pasearon por las orillas del Támesis en el carruaje negro Glass Coach para saludar a la multitud, ella, como siempre, tenía su lánguida sonrisa…
“No me sentía contenta… no traté de cancelarlo como tal, pero fue el peor día de mi vida”, dice la princesa en lo más revelador que se ha dicho sobre el día de su boda.
Ouch.
El otro gallina
Pero no fue la única en sufrir… Según la autora Penny Junor en su libro The Duchess sobre la vida de Camilla Parker-Bowles, el príncipe Charles lloró la noche anterior a su boda porque no quería casarse con Diana.
“Lo que realmente suscitó ese miedo por casarse no fue ni siquiera el amor que Charles sentía por Camila –que ya era bastante–, sino que descubrió el lado oscuro de Diana cuando ya estaban comprometidos: su aura depresiva, sus malos modales, su pésimo carácter y sus berrinches de niña”, escribe Junor.
El vestido…
Los diseñadores del famoso vestido de novia fueron David y Elizabeth Emanuel, los favoritos de Di y autores de muchos de sus atuendos juveniles. Ambos crearon esas grandiosas mangas abultadas que impusieron moda en los años 80 en todo el mundo.
El corsé era de encaje, a juego con las zapatillas bajas bordadas con perlas, un paraguas en caso de que lloviera (que nunca se ha visto) y como toque final, la novia lució la tiara Spencer en lugar de alguna de las de la casa real.
Los contratiempos
Como los días anteriores al enlace tuvo una agenda de eventos sociales muy apretada, más los nervios (y las dudas) bajó cinco kilos y perdió 6 centímetros de cintura, por lo que los diseñadores tuvieron que coserle el vestido el mismo día.
Además, derramó algunas gotas de su perfume Quelques Fleurs, según fuentes de Town & Country, y por ello aparece en las fotos con las manos sobrepuestas en su regazo, para tapar la mancha.
El vestido era tan grande y abultado por las crinolinas del faldón que no cabía en los carruajes: se arrugó en el Glass Coach y lo apretó en el descapotable State Coach sobre el que recorrió las calles de Londres con su esposo, tras la boda.
Lágrimas y dolor de cabeza
Es un dato poco conocido que al salir de la Catedral de San Pablo una de las damas de honor, la pequeña Clementine Hambro –bisnieta del histórico primer ministro de la Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill– se tropezó en la alfombra roja y empezó a llorar desconsoladamente. Diana, dulce como era, paró la comitiva para consola a su alumnita del jardín de niños.
“También tuvo dolor de cabeza todo el día”, dijo su hermano Charles Spencer en 2010 a Entertainment Tonight, pero no solo por la pesadilla que implicaba su matrimonio, sino porque la tiara pesaba mucho “y ella no estaba acostumbrada a llevarlas”.
La pataleta de Diana
Con todo y lo anterior, Charles y Diana se comportaron a la altura de tan majestuoso evento, lo cual no impidió que en los días subsecuentes salieran los primeros problemas de la unión que marcada por la mala estrella.
Penny Junor reporta que en la luna de miel, Diana hizo un mega berrinche por un pleito relacionado con Camilla, al grado de romper las pinturas de la cámara real en el buque Britannia y de aventar muebles, “además de someter a su mayordomo privado a quedarse con ella en el camarote durante seis horas, para ayudarla a recoger su tiradero y verla llorar y quejarse. Un drama”.
Este primer desacuerdo fue el principio de un matrimonio de traiciones, desconfianza y dolor, que 40 años después seguimos recordando como un ejemplo de que ni siquiera en las bodas de ensueño la realeza existen los finales felices.
¿Será igual para los hijos de la princesa, o lograrán romper con esa negativa “herencia espiritual”? Solo el tiempo lo dirá.