Una de las ocasiones más habituales en las que los británicos pueden ver en persona a los miembros de la familia real británica es durante los breves paseos que realizan antes y después de sus compromisos oficiales para decirle hola o charlar con los curiosos que se acercan a verles.
De hecho, esa costumbre ha influido en parte en el vestuario de los royals más seniors como la reina Isabel II, que siempre utiliza guantes en sus apariciones públicas tanto por cuestiones de protocolo como para protegerse ante la suciedad o posibles gérmenes mientras estrecha la mano de decenas de desconocidos.
Sin embargo, no todos los Windsor siguen su ejemplo.
Su única hija, la princesa Ana, no encuentra sentido a la idea de pararse a intercambiar un apretón de manos con quienes esperan para saludarla, ya que no sabría con quién empezar o cuándo parar.
Sus razones
“Nunca estrecho la mano de nadie. En teoría, se supone que no puedes estrechar la de todo el mundo, así que no merece la pena empezar a hacerlo. Así que yo intento atenerme a esa norma, pero me he dado cuenta de que otros no lo hacen.
“No me corresponde a mí decidir si es lo correcto, pero me parece que resulta a todas luces imposible saludar a todo el mundo.
“Y al final parece que se trata más de una ceremonia de besamanos que de un paseo para saludar... no sé si me explico”, se sincera la hija de la monarca en un fragmento del documental ‘Queen of the world’, centrado en la figura institucional de su madre a nivel internacional durante sus más de seis décadas de reinado.
Sobre lo que no ha querido pronunciarse ya la princesa Ana es acerca de la costumbre de las nuevas generaciones de la monarquía británica, como la duquesa de Sussex o el príncipe Harry, que en más de una ocasión no han dudado en repartir abrazos en sus apariciones públicas o hacerse selfies.
En su caso, Ana -que forma parte de la generación que se ajustaba a ese protocolo que impedía a los miembros de la familia real británica, por ejemplo, firmar autógrafos- no se ha acostumbrado nunca a que en los últimos tiempos todo el que se topa con ella esté obsesionado con grabar o inmortalizar de algún otro modo su encuentro.
“Los teléfonos móviles ya son bastante malos, pero los iPads... es que con ellos no puedes ver el rostro de la persona que lo están sosteniendo.
“No sabes con quién estás hablando. Yo ni me molesto en intentarlo o le digo: ‘Si estás interesado en hablar conmigo, como supongo, te sugiero que lo retires’. Resulta extraño... Parece que nadie es capaz de asimilar que ha vivido una experiencia sino que ha sacado una fotografía del momento”, expresó.